sábado, 28 de septiembre de 2013

Villeda y el renacer del liberalismo

Por : Juan Fernando Avila Posas
El Partido Liberal de Honduras, institución de derecho público, inspirado de manera primigenia en los más luminosos ideales morazanistas, y constituida con carácter legal y participativo de su misión electoral por el doctor Policarpo Bonilla, fue abatido por los vaivenes polarizantes de la división grupal, cuyo inequívoco detonante lo determinaron los hechos producidos el 28 de junio del 2009, subvirtiendo con ello toda la hermosa tradición popular que lo había caracterizado y prescindiendo por corolario de su quehacer en la dirección del destino histórico y administrativo de la nación hondureña.
Pero esa fecha fatídica para algunos, reivindicadora y constitucionalista para muchos, vino a generar el renacer victorioso generalizado de una organización como el Partido Liberal, que hoy día da visos ostensibles de querer imprimir de nuevo los sellos tradicionales y victoriosos de su identidad, con un renovado concepto de moralidad, virtud que ha sido escasa de encontrar en quienes en nuestro medio se dedican al ejercicio de la política, y por derivación a la administración de los bienes que por determinación legal e histórica corresponden al Estado.
La nueva dirigencia del liberalismo donde se inscriben valores incorruptibles como Elvin Ernesto Santos, Lizzy Flores, Yani Rosenthal, y sobretodo Mauricio Villeda Bermúdez, como candidato presidencial, amén del ingeniero Carlos Roberto Flores, como exmandatario, tienen la responsabilidad primordial, colectiva y extraordinaria, de procurar la unidad de su partido, y estimular el triunfo imperativo que reclama la inmensa mayoría del pueblo hondureño, hoy empobrecido indefenso y frustrado, frente a una administración nacionalista demagógica, improvisada e insustancial, que valida sus posiciones con slogan llenos de vacuidad y de necia ineptitud.
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El liberalismo como partido no puede claudicar frente a los retos que determina la historia. Su organización centenaria, su orgullo doctrinal, la convicción de sus postulados, su devenir constante, su militancia numérica, el contenido esencial de sus conquistas y su contribución social de desarrollo nacional, determinan su vigencia y el entusiasmo por seguir dando a la Patria las contribuciones inconmensurables que hoy dan cuerpo, vida y  razón de ser de su realidad en el concierto armónico del mundo civilizado y contemporáneo.
Establecida la unidad, se impone como categoría y común denominador, enarbolar como postulado de lucha el sustento de moralidad que tanto desea la sociedad. Honduras está estigmatizada por los signos corrosivos de una corrupción enraizada, progresiva y acelerada de compleja extirpación y el pueblo reclama a grito abierto la vigencia de limpiar los lastres y experimentar un cambio radical que limpie de una vez por todas las vergüenzas nacionales e internacionales a los que han sometido a la Patria.
Junto a la corrupción, se suma la impunidad y la violencia, constitutivas de esa trinidad de problemas que abaten inmisericorde a nuestra sociedad, aparte del intenso abanico de otros restantes que también forman parte de nuestras voluminosas calamidades.
Pero el combate formal y frontal de estos fenómenos, exige igualmente en la dirección del Estado, la presencia victoriosa de un joven con principios cristianos, con un profundo sentido de moralidad como es el abogado Mauricio Villeda Bermúdez, quien con suficiencia, valentía y capacidad ha prometido que en su administración y en su condición de primer mandatario, se encargará él mismo de llevar a la cárcel aquel o aquellos (as) que incurran en acciones reñidas con los principios éticos que debe sustentar todo servidor público a quien provisionalmente se le delegan responsabilidades de manejar los bienes que corresponden al pueblo.
Después de haber presenciado tres reuniones masivas en San Pedro Sula, Puerto Cortés y Olanchito, donde el presidenciable abordó aspectos puntuales de cara a su próxima victoria, he valorado el repunte vigoroso y el ascenso de su liderazgo, apuesto esperanzadoramente, que junto al nuevo conductor de multitudes, el liberalismo reencontrará su tradicional impronta triunfalista y la Patria tendrá una nueva realidad, contraria a la que le han impuesto los corruptos, que hoy con asombrosa pasividad se pasean orgullosos por los salones donde degustan de su ostentación o dirigen instituciones deportivas, sin importarles que Honduras figure en los mapas de la  ignominia con alfileres negros como signos inequívocos de la violencia, la corrupción y la impunidad.
Desde nuestra trinchera militante, orgánica e intelectual, formulamos votos de solidaridad con esta propuesta, y con la fuerza vital y necesaria porque se haga posible el triunfo para llegar al poder político de la nación, y desde esa plataforma hacer posible los cambios vigentes que requiere Honduras, para transformar su realidad social, económica, moral y cultural a la que tanto aspiramos los compatriotas en general.

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