Pasajes para lobos y ciegos

Por : Juan Fernando Avila
El Presidente de los hondureños Porfirio Lobo Sosa, en el marco de sus habituales y sucesivas declaraciones, señaló recientemente con sentido daltónico y nominal, que ya no se cambiará el nombre, porque los índices de criminalidad se habían reducido ostensiblemente en todo el país.
Cuando escuché las ocurrentes declaraciones de Pepe Lobo, tomé de nuevo el periódico, abrí las últimas páginas en la sección de Sucesos, y sorprendido contabilicé ocho crímenes en San Pedro Sula y sus municipios periféricos y seis en Tegucigalpa, lo que evidentemente contradecía las declaraciones del Presidente de los hondureños.

Pensé entonces, que el Presidente tiene visión daltónica, que su calidoscopio es distinto al observatorio generalizado con el que el pueblo percibe los abortos criminales que se presentan a diario con pasmosa espontaneidad, que sus colaboradores le informan con noticias contradictorias, o como decía un viejo pragmático de mi pueblo, se está haciendo el loco, es comunista, o nos valora como una gigantesca colectividad de pendejos, que devenimos obligados aceptar cándidamente todas las incoherencias que exprese por tratarse del primer mandatario de la nación.
Sobre fenómenos de curiosa visión, existe un fabuloso elenco de pasajes folclóricos como el protagonizado por personajes del quehacer rural de mi tierra natal, dentro de los que está incluido un anciano que había perdido prácticamente el 80% de su visión (igual que Pepe Lobo), y apenas conocía las personas por el timbre de sus voces, y a quienes trataba con signos de jocosidad en forma peyorativa. Santos Zelaya fue su nombre, más conocido en los trajines campiranos como “Santos Liberal”, por su obstinada intransigencia partidaria, quien una mañana esperaba transporte en la caseta de la comunidad de La Sabana de San Carlos, lugar donde residió hasta el día de su muerte.

Esa mañana el profesor Renato Quesada, uno de los potentados de la ganadería regional, al ver al anciano en espera de transporte, pidió al conductor Betío Hernández también ganadero, que detuviera la marcha del automóvil porque llevarían en la cabina a Santos Liberal. El automóvil detuvo su marcha, y el célebre pasajero fue colocado entre los dos ganaderos. Al emprender de nuevo el recorrido, Santos Liberal con curiosidad matutina preguntó sobre las últimas noticias del municipio, contestándole Quesada, que estaban profundamente consternados por la muerte repentina del máximo líder cachureco del Valle Abajo don Chilo Zelaya Lozano.
Cuando Santos Liberal escuchó la noticia, bajó su rostro en actitud reverente, refugió su transitoria y superficial pesadumbre en una reflexión cristiana: “Dios lo haya perdonado”.
Pero con la muerte de don Chilo Zelaya, ha nacido un nuevo líder en el Partido Nacional, proclamó el profesor Quesada.
¿Y quién es? Preguntó sorprendido Santos Liberal.
¡Don Betío Hernández! Respondió el profesor Quesada, refiriéndose a quien conducía el automóvil y se había mantenido callado durante todo el recorrido.
¡Don mierda dirá, para qué sirve eso! Expresó Santos Liberal, sin enterarse que el ofendido venía a su lado izquierdo, quien al escuchar el calificativo prorrumpió junto a Quesada en sonoras carcajadas por el juicio inmerecido que le prodigaba el transitorio pasajero.

Al escuchar igualmente a Pepe Lobo, referimos su visión fantástica de la realidad, pensé sobre el calificativo con el que el pueblo sensato y equilibrado lo calificará, quien todavía en la agonía de su administración signada por la improvisación, el sectarismo y la charlatanería no ha terminado de aceptar, (porque su visión no se lo permite), que estaba impreparado para gobernarnos y saber responder con responsabilidad al pueblo, lo que en su delirante campaña infortunadamente prometió: Trabajo y Seguridad.
¡Lástima que ya murió Santos Liberal para calificarlo!

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