sábado, 10 de agosto de 2013

En defensa de la Libertad

Por : Juan Ramon Martinez
Siento que he nacido, como otros muchos, para el goce de la libertad. En el seno de mi hogar, mis padres respetaron mi dignidad. Y me enseñaron, desde elementales ejemplos, el camino hacia la práctica de la libertad. En el Instituto Mejía de Olanchito,  Joaquín Reyes Figueroa, Jesús Medina Nolasco, Modesto Herrera y Lisandro Quezada, me anticiparon que, sin libertad no había posibilidad alguna para la existencia auténtica. Al final de la escuela primaria, ya había optado por la libertad, basada en el rechazo a cualquier forma de autoritarismo. La dictadura cariísta me parecía entonces; y ahora mucho más, una aberración.
La huelga de los trabajadores bananeros en 1954, Villeda Morales y Enrique Ortez Pinel, me hicieron sentir que solo en libertad era posible la existencia auténtica. Y que su ejercicio era factible en una democracia de iguales, en la que los gobernantes estarían limitados por el ejercicio electoral y el control político, que el imperio de la ley sería el norte orientador; y que la defensa de los derechos individuales, se convertiría en una tarea obligatoria.

 Pero con absoluta prescindencia de la intervención foránea, viniera de donde viniera. Tanto de Estados Unidos, la Unión Soviética, China, Cuba, Brasil o Nicaragua.
Cuando estudié historia, descubrí que el país y su pueblo, han sido víctimas de la intervención de los caudillos de los alrededores que, en el fondo nos menosprecian y nos consideran incapaces de determinar nuestro propio modelo de vida, de trabajo y de ilusiones compartidas.
 Y que su intervención en nuestras cosas había sido, facilitada, estimulada y apoyada por la colaboración irresponsable de algunos compatriotas que no pudiendo vivir de pie, fuera del gozo irresponsable del poder, entregan la paz y la tranquilidad de la ciudadanía. Barrios nos impuso y nos “corrió” a Marco Aurelio Soto. José Santos Zelaya impuso a Policarpo Bonilla y su “revolución” liberal. Anastasio Somoza pretendió derribar a Villeda Morales, para evitar la devolución de las tierras de La Mosquitia.
En el 2009, muchos gobernantes y embajadores, pretendieron impedirnos que le aplicáramos la ley a un gobernante que perdió los estribos. Y pasó por alto sus obligaciones de respetar la libertad de todos. Gracias a Michelleti y a su coraje, que se puso de pie como ningún otro gobernante lo ha hecho en el pasado, pudimos darle aliento a los esfuerzos de Lobo Sosa para reconciliarnos. Y, por lo menos, hacer entender a los esclavos de los extranjeros, que había que pasar por la prueba de las urnas los derechos para disputar cívicamente las diferencias. Y que no  es obligatorio en la vida democrática, pensar todos lo mismo de todo.

Por supuesto, nos hace falta mucho para asegurar el ejercicio de la libertad y la defensa de la independencia de la nación. Pero lo que no tenemos, lo buscaremos como lo han hecho otros. Los de ahora, los de mañana y los de pasado mañana. Sin la abusiva intervención de embajadores irrespetuosos, académicos subordinados a la donaciones de los que quieren usarnos como conejillos para probar sus teorías; y de los “patriotas” que no pudiendo hacer desórdenes en sus sociedades herméticamente blindadas, nos han echado el ojo para manipularnos, bajo el expediente que tienen que vigilar nuestros procesos electorales, cuando ellos no nos permiten ni siquiera que les veamos a los ojos directamente.
Tengo muchos defectos. Como todos los demás hondureños. Pero quiero usar la palabra de un “paisano” de Olanchito, a quien le oí decir recientemente que, “por aquí -se refería a nuestra querida ciudad- había pasado el honor y la dignidad. Y que se habían quedado allá, definitivamente”. Los hondureños tenemos una libertad, un orgullo, un gozo singular, que debemos defender. Ante  los  que nos quieran irrespetar; e imponer modelos que no aceptamos, porque nos quitan la libertad. Incluso para equivocarnos.
 Y eso no se lo permitiremos a nadie. Porque cuando la entregamos, enajenamos la posibilidad para hacer una nación a la medida de nuestros sueños y capacidades. Porque nadie quiere, que vengan desde el sur o del norte a imponernos caudillos irresponsables, dictadorzuelos, ahijados de Carías Andino, como gobernantes. No y no. Primero la muerte, antes que la esclavitud. Sin libertad, la vida carece de sentido. Es lo que he aprendido y me ha servido para vivir orgullosamente. Sin miedo, erguido; y sin dañar a nadie.

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