viernes, 27 de abril de 2012

Mejora de la protección ciudadana

Por :Mario Berríos En el actual esquema de consolidación de la autoridad policial, gestado por el Presidente Porfirio L. Sosa y el Ministro Pompeyo Bonilla, no existen grupos de poder de los nacionalistas, mucho menos de los verde olivo, como ha estado sonando en muchos pasillos por fuentes sin crédito, dados más a la tertulia común que a la toma de decisiones al más alto nivel gubernamental. Los administradores del pasado reciente de la institución policial permitieron (unos con dolo, otros sin culpa) y crearon condiciones para su propia debacle, para la venida en picada del buen nombre de la Policía. ¡Se necesitaba otro grupo de comandantes!, más comprometido, con carácter, visionarios a corto, mediano y largo plazo a fin de darle otro giro a una entidad corroída y tomada por grupos —de políticos y de la alta jerarquía uniformada—, en constante lucro, lo cual perjudicó a muchos.

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Los cambios de 2011 —acelerados por cierto—, fueron producto de una necesidad impostergable, ganada palmo a palmo por la sociedad civil, organizada y desorganizada, en la búsqueda por lograr el adecentamiento en las filas de nuestra gendarmería, depreciada en los últimos tiempos. En pocos meses, la sociedad hondureña ha pasado de estar en un estado de represión policial a un estado de obediencia, donde las garantías constitucionales son respetadas desde el comandante de la policía hasta el policía de menor rango o autoridad desplegado en las calles. De la degradación constante y maniobras de debilitamiento permitidas a lo interno, se ha pasado —con el decidido apoyo de las FFAA—, a un proceso de empoderamiento de la autoridad gubernamental e institucional. Luego del traspaso de mando surgido durante la crisis política pasada, como es natural las instituciones se degradaron, creándose, por ejemplo en la policía, la necesidad de reforzarla con la presencia de las Fuerzas Armadas.



El permanente debilitamiento de la Policía Nacional que se venía gestando llegó a su fin con los nombramientos de nuevos directores, más comprometidos con la institución, el futuro de sus miembros, el adecentamiento en las filas, el incremento de la operatividad, la efectividad en el uso de los recursos y, lo más importante, un verdadero control gubernamental, consolidándose, poco a poco, el fortalecimiento de la policía. Este transcurso ha sido bien visto por quienes aman la paz y tranquilidad social, pues una alianza entre policía y FFAA, como el actual, supone un equilibrio en tiempos convulsos, cuando tenebrosas nubes se ciernen sobre el suelo patrio.



En los escenarios recientes, con permanente y creciente crisis social y política, todos somos responsables de combatir la inseguridad, no únicamente a los cuerpos armados se puede delegar esa responsabilidad. La sociedad debe madurar la idea de que la institución policial no le pertenece a grupos de oficiales, ni a promociones, tampoco a determinado oficial o antiguo en grado por el simple hecho de tener muchos años de servicio, por ello la colaboración de las FFAA y otros organismos debe ser bien visto, porque en la búsqueda de la paz ningún recurso o aporte puede desestimarse. Desde su etapa de cadetes, los oficiales deben prepararse para cumplir su deber, no para creerse dueños del servicio, menos para pensar que existe un ungido para ostentar el máximo cargo, un dechado de virtudes a quien corresponde, en determinado año, ser el mandamás, de ahí que cualquier pretensión personal es improductiva e inconsecuente por el simple hecho de tener equis cantidad de años de servicio.



De a poco, con los exiguos recursos económicos de las finanzas estatales debido a la prolongada crisis política y social, ha sido invaluable el esfuerzo del presidente Porfirio L. Sosa, el Ministro de Seguridad Pompeyo Bonilla y del mando policial por alejar el fantasma de la galopante inseguridad, fortaleciendo a la policía, primero con una acertada reorganización de las fuerzas al colocar en máximas funciones a promociones menos antiguas, con mayor dinamismo, compromiso y visión a futuro. La campante corrupción policial ha sido atacada de frente, han promovidos leyes (ojalá en corto tiempo se ponga a prueba la ley de extradición para ver desfilar a compatriotas delincuentes de alta cepa) y logrado apoyo internacional de naciones europeas, asimismo de EUA, quienes, al ver el denodado compromiso —tanto en la cúpula actual como en el gobierno— se han volcado bajo el entendido de apoyar a nuestra endeble democracia. La activa participación de las FFAA (escasa por cierto) en tareas de protección ciudadana, nos da el mensaje de que los actuales oficiales no se creen los albaceas de una tarea que corresponde a muchas instituciones, situación que en el pasado fue mal entendida, pues hay quienes mal comprendieron que sólo ellos podían llevar a cabo una tarea cuya responsabilidad es de todos los ciudadanos e instituciones, idea general que, en parte, contribuyó al desmejoramiento de la tranquilidad social.



Otro aspecto relevante —en la nueva estrategia— ha sido la puesta en marcha de una constante depuración, donde oficiales de alta graduación, siempre en apego al respeto de las garantías constitucionales, en particular del principio de inocencia y de su dignidad, han sido puestos a la orden de las autoridades competentes para su debido juzgamiento. A partir de aquí el mensaje a la sociedad ha sido contundente, firme. Paralelo a estas acciones, las operaciones selectivas en ciudades principales han dado al traste con diversas bandas comunes y organizadas, tanto de secuestradores como de narcos. El ciudadano común a veces no percibe ciertos aspectos de la realidad nacional. Bien pueden preguntarse si en este momento ven secuestros constantes, sin han bajado los crímenes. Además, ¿perciben que ha bajado la mano criminal de policías en hechos de sangre? Sin duda las operaciones realizadas en ciudades y zonas como Tela, Ceiba, Olancho y Comayagua han contribuido, pero ello ha sido posible luego de activarse un moderado (aquí no se puede presumir de tener un gran sistema) equipo de análisis e información. Por supuesto la gente espera, en especial la del Valle de Sula, que esos cambios masivos de personal llevados a cabo en Tela y Ceiba se repita en San Pedro Sula, ¡ es un clamor popular en las calles!

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