Por: Juan Fernando Avila P.
ENRIQUE NUILA LEIVA (1882-1914), fue uno de los diez y ocho hijos procesados por el matrimonio de Pablo José Nuila, y la honorable señora Felipa Leiva. Dentro de mis investigaciones biográficas, he escudriñado los archivos de mi ciudad natal (Olanchito), tratando de encontrar un dato que me revele sí efectivamente ENRIQUE NUILA LEIVA, nació cobijado bajo la fronda colosal de los higüeros y la brisa mañanera despedida por los caudales impetuosos y diáfanos del Río Uchapa, pero dos alcaldes, (Dioses de pueblo acaparadores de gloria barata y al por mayor, como les llamaba el poeta Juan Ramón Molina), en una disposición irreflexiva propia de la ignorancia y la baja escolaridad, determinaron quemar parte de lo que fueron las actas del siglo antepasado,
lunes, 19 de septiembre de 2011
domingo, 11 de septiembre de 2011
Cine en Honduras
Por : Mario Berríos
El cine en nuestro país se afianza a paso seguro, por mérito propio, fiel al estilo latino, quizá a falta de recursos, diferente EUA o Europa, donde el incentivo para el inversionista ha sido estratégico y, por ende, vital para el desarrollo interno de esas naciones. Y es que el séptimo arte proyecta costumbres, idiosincrasia, problemas, historia, moral y sueños de un pueblo. Desde las primeras producciones catrachas —Mi Amigo Ángel, de Sami Kafati (1962), El cuerpo repartido y el mundo al revés, ficción/largometraje (60 minutos, 1976), de Raúl Ruiz y Sami Kafati y No hay tierra sin dueño—, hasta la década de los 90 —con Voz de Ángel, cortometraje de ficción (18 minutos 1988, guión de Francisco Andino); De larga Distancia, cortometraje (15 minutos, 2000); Anita la Cazadora de Insectos, largometraje de ficción (1:36 minutos, 1999), guión de Hispano Durón; Deseo, cortometraje experimental (5 minutos, 1999), a guión de Carlos DeMatteis y Katia Lara—, el crecimiento ha sido esporádico, lento, vacilante, con innumerables trabas y obstáculos. Comenzando en los 60, hasta el 2000, se observa un largo recorrido de cuarenta años, marcado más por el deseo de pocos visionarios, ímpetu, producción en soledad, sin apoyo firme y decidido de gobiernos, escaso presupuesto y sin recursos técnicos.
El cine en nuestro país se afianza a paso seguro, por mérito propio, fiel al estilo latino, quizá a falta de recursos, diferente EUA o Europa, donde el incentivo para el inversionista ha sido estratégico y, por ende, vital para el desarrollo interno de esas naciones. Y es que el séptimo arte proyecta costumbres, idiosincrasia, problemas, historia, moral y sueños de un pueblo. Desde las primeras producciones catrachas —Mi Amigo Ángel, de Sami Kafati (1962), El cuerpo repartido y el mundo al revés, ficción/largometraje (60 minutos, 1976), de Raúl Ruiz y Sami Kafati y No hay tierra sin dueño—, hasta la década de los 90 —con Voz de Ángel, cortometraje de ficción (18 minutos 1988, guión de Francisco Andino); De larga Distancia, cortometraje (15 minutos, 2000); Anita la Cazadora de Insectos, largometraje de ficción (1:36 minutos, 1999), guión de Hispano Durón; Deseo, cortometraje experimental (5 minutos, 1999), a guión de Carlos DeMatteis y Katia Lara—, el crecimiento ha sido esporádico, lento, vacilante, con innumerables trabas y obstáculos. Comenzando en los 60, hasta el 2000, se observa un largo recorrido de cuarenta años, marcado más por el deseo de pocos visionarios, ímpetu, producción en soledad, sin apoyo firme y decidido de gobiernos, escaso presupuesto y sin recursos técnicos.
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