jueves, 1 de diciembre de 2011

Todavia queda Honor

Por:Mario Berríos
Constantemente definimos el honor como una condición moral que nos obliga a observar la más acrisolada sensatez de compromiso y cumplimiento de los deberes, ante la ley y ante la sociedad, no ante gobernantes y políticos, ni politiqueros. El honor es base de la disciplina, independientemente de la naturaleza del conglomerado social. En la policía el honor adquiere una condición especial por cuanto su personal tiene la delicada misión de salvaguardar la vida de las personas, principalmente. Por ello, parte de su riqueza radica en mantenerse sin mancha y sin tacha. Observar en todo momento una conducta ejemplar es la mejor carta de presentación en la defensa de su propio honor. Así debe de cumplir con los deberes señalados en las leyes, no faltar a su palabra, ser y parecer honesto en todo momento, no incurrir en actos desleales (con los buenos), socorrer y ser solidario con sus compañeros en peligro, por supuesto de quienes están del lado de la ley.
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Sospecho tanto que en el país el honor se ha perdido en el nivel político, en las tribunales, en el Ministerio Público, Fuerzas Armadas y Policía, que me atrevo a decir que ya el honor no existe, y que las sanciones contra el deshonor de los funcionarios se ha perdido en la nada. Pero quienes más obligados están a cumplir los preceptos del honor son los militares y los policías, no en vano se dice que son la última defensa y reserva moral de un país. En esas instituciones tienen que demostrarlo palmo a palmo, por eso la depuración en la institución policial, ya sea por jubilación, disponibilidad, separación y suspensiones masivas, incluso poniendo personal a la orden del Ministerio Público, si se quiere, debido al clamor de la sociedad, es impostergable.
Algo interesante he visto en funcionarios y personajes de otros países, sin embargo aquí eso brilla por su ausencia: ¡la renuncia de funcionarios!, hombres de honor que al faltar a su deber se agarran ellos solitos de sus manos y se sacan de las instituciones. Pasa en otros gobiernos, hospitales, en cúpulas militares y en altos mandos policiales, se ha visto en Colombia, Argentina, Chile, EUA, Europa. En contrasentido, para citar ejemplos, cuando en un hospital se ha fallado, el director renuncia, cuando ha resultado un escándalo, como el de Abu Ghraib, la famosa prisión iraquí donde Hussein torturaba, luego utilizada por los norteamericanos para torturar, abusar y humillar a los incondicionales de Saddam, el director de personal de las Fuerzas Armadas renunció, ese acto fue visto como heroico.

Hoy, en la Policía grupos de oficiales y policías tienen la vía expedita, la inmejorable oportunidad para cuadrarse ante el recién nombrado Alto Mando y, anunciar con frente en alto, su paso al costado: aquellos que ya no caben en el esquema, otros por haberle hecho dañó a la institución y a la sociedad, unos por haber manchado el honor, por supuesto también quienes han propinado terribles mordidas o agresiones en el cuerpo de algún ciudadano. Hoy es cuando pueden solicitar su retiro aquellos que jamás hicieron un tiro o jamás documentaron un caso contra criminales porque tienen compadrazgo.

Por décadas la sociedad ha visto en presidios a coroneles de las Fuerzas Armadas o policías cobrando salarios, hecho indigno, que oficiales estén cumpliendo penas y todavía, después de manchar el uniforme y atentar contra la ley, pretendan el beneficio de sus camaradas. Que se conozca, jamás en la historia de Honduras se ha escuchado sobre sentencias contra fallas al honor, no se ha sancionado desde mentir hasta la comisión de crímenes, al contrario, se ha estructurado un sistema político y de administración en las instituciones donde se premia el deshonor, las faltas, los crímenes, el robo, la estafa (al pueblo desde el poder) y la venta de influencias. Quien ignora la obediencia debida para no incurrir en delito, es un hombre de honor, quien actúa bajo es concepto, sabiendo que incurre en omisiones o ilegalidades, no merece ni la más mínima consideración de sus compañeros de profesión.

Me pregunto si oficiales de la escala superior tuvieron conocimiento del semejante atropello de los politiqueros que han hecho circo en la institución policial o los avalaron para que, con el tiempo, desencadenaran los hechos de La Granja. ¿Podrían ignorar esos hechos? ¿Querrán disiparlos con su silencio? ¿No habla y es explicita la ley de Organización de la Policía Nacional sobre la negligencia? ¿Se puede consentir, sin faltar a la honra, las ingratitudes de La Granja y Belén? ¿Acaso la separación de oficiales por actos reñidos con el deber descorazonará a la Policía?, responda en sus adentros, distinguido lector.

Hoy, la nueva cúpula policial tiene el reto histórico de cambiar el malsano curso de los acontecimientos. El Presidente Porfirio Lobo, el Fiscal General, el Presidente de la Corte Suprema, los empresarios y miembros de sociedad civil organizada les han tomado la palabra al nuevo mando, por supuesto ahí ven carácter, compromiso y honor, características vitales mostradas por los nuevos comandantes a juzgar por las victorias tempranas ocurridas en pocos días con el rescate de secuestrados, decomisos de drogas y dólares, detención de jefes mareros, merma en los asesinatos, decomisos de contrabando y detención de varios oficiales con las manos en la masa (de carros y dólares).

En la Policía Nacional hoy tienen la responsabilidad histórica de enseñarle a la sociedad que sí es posible la depuración desde el mismo cuerpo, como en efecto confío en que lo hagan pronto, siempre y cuando el Ministro de Seguridad y el Presidente Lobo apoyen, porque por lo demás de buena tinta sé que para Ramirez del Cid, Orellana Laínez, Romero Reyes y Suazo Rivera, el honor de un Comisionado es igual de importante que el honor de un pueblo, y que NO es más importante apañar a un policía que el honor de una institución y de la familia hondureña.
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