lunes, 7 de noviembre de 2011

Urgen operaciones contundentes

Por : Mario Berríos
Nadie ignora, sin duda, el dantesco cuadro y aterradora cadena de crímenes descubierta recientemente en la posta ubicada en La Granja, de la capital. Habida cuenta que nunca será suficiente hablar del tema, entre la marea es vital poner los ojos en otros aspectos importantes, con fin de proteger y conservar la institucionalidad. En momentos en que se ha perdido la confianza en miembros de la institución policial, el fortalecimiento del gobierno y, por efecto, del tejido social, pasa por respetar la institucionalidad dentro de la policía, apoyar a los mandos superiores y generar las intervenciones y cambios pertinentes, por supuesto no las que le convienen a lavadores de dinero, narcos, secuestradores y delincuentes de cuello blanco, únicos gananciosos con la debilidad institucional, pues un país sin policía fuerte es un manjar o exquisito botín entregado a los criminales. Los síntomas mostrados en los últimos días es la muestra de una institución que ha estado moribunda, a punto de desfallecer, no por la incapacidad manifiesta de sus miembros, si no por insuficiencia de medios puestos a su disposición para cumplir con su deber y, a la vez, la desnaturalización de sus funciones. Hoy, como ayer, sigo creyendo que en esas instituciones es donde más abundan hombres de principios y de carácter, porque la mayoría ha elegido estar de este lado, nunca del otro, por supuesto portadores del gen criminal, escorados en otras postas y en diversas ciudades, podrán contagiar a otros y seguir dañando a la institución.
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De manera acelerada, al recién nombrado Alto Mando Policial —tocado por los repentinos cambios— le conviene actuar en forma enérgica en el cumplimiento de su deber, y no perder el norte de sus responsabilidades básicas, haciendo prevalecer la ley y el orden, tanto fuera (en las calles), como a lo interno de sus cuarteles, donde seguramente priva el nerviosismo y descontento, de ahí que tiene el reto de trabajar con ahínco en el levantamiento de la moral en una tropa seguramente con baja autoestima, ¡sumida en el desconcierto! En este tema otra meta trascendente es hacerle entender a los policías que su vocación es de servicio, de colaborar con la ciudadanía, no de hacer el papel o cumplir el rol de apasionados inquisidores en las calles y oficinas. La unión granítica en pro de los cambios positivos debe dar pie para entender la solidaridad y el compañerismo para lo bueno, no para lo malo, para proteger a los buenos, no para encubrir a los malos. Una estructura resquebrajada únicamente dará pie para desaparecerse, por sí solos, de la estructura institucional, y echar a pique sus carreras y beneficios sociales. Los cambios ocurridos recientemente, bien pueden catalogarse —y comprenderse— dentro de un proceso natural acelerado de escala de posiciones, por parte de promociones, no como pleitos internos, porque la policía actual es de naturaleza civil, no militar, por lo tanto miembros antiguos ya no deben cifrar esperanzas en una doctrina de jerarquía tradicional, antes bien complementarse en forma armónica, para beneficio propio y de la sociedad. ¿Cómo no pensar en los buenos?, muchos viven su trabajo con pasión, haciendo honor al uniforme, a su formación académica, por eso estos días no me ha extrañado ver —desde otro ángulo—, el rostro taciturno de los que han sabido desempeñarse en forma cabal.
Adecentar el sector justicia no implica únicamente depurar a la institución policial, ¿dónde están las acciones en pro de sanear los pasillos de los tribunales y las fortificaciones de los fiscales? ¿Y qué en el Congreso e instituciones gubernamentales? La separación de la oficina de Asuntos Internos es un acierto, en los sucesivo los mandos policiales podrán dedicarse a trabajar más y desgastarse menos, ya ese organismo podrá actuar conforme a ley, descentralizado, independiente y, lo mejor, con otra visión de compromiso. Por supuesto en este esfuerzo por tener una policía más profesional y capacitada para el cuido de la vida de las personas y sus bienes, el concurso de asesores nacionales —en diversas ramas— es vital, como también el apoyo de consultores extranjeros.
El reciente mando nombrado, debe dar muestras contundentes y señales exactas de que no va a permitir las irregularidades y que, en ningún momento, tolerará la comisión de delitos de los uniformados. Su sello personal en la conducción de operaciones relevantes es urgente, no para hacer shows y fotomontajes de mala calidad, como en forma circense se ha visto en el reciente pasado, si no para tranquilizar a sus servidores, ¡el pueblo! Los miembros deben lavarse la cara, de frente a la sociedad, en forma rápida, sin desatender sus obligaciones constitucionales, al contrario, potenciando, en forma clara y precisa, objetivos a corto plazo. En ese orden, deben mostrar, en un abrir y cerrar de ojos, ganas de hacer bien las cosas, operaciones fulminantes contra el crimen les aclarará el panorama.
Los aeropuertos, la aduana marítima de Cortés (ENP), aduanas terrestres; Tegucigalpa, San Pedro Sula, La Ceiba, Tocoa y el Occidente, son potenciales escenarios, zonas vitales a vigilar para operar contra los criminales de todo tipo, incluyendo los de cuello blanco, así darán muestras contundentes de su compromiso con la sociedad y el gobierno, que merecidamente les ha respaldado. ¡Si pudieran plasmar sus acciones en revistas y producciones audiovisuales sería genial! Con sólo desmochar, bajo los preceptos estrictamente legales, 25 cabezas del monstruo del hampa de 100 cabezas, en corto tiempo bien podrían darle un respiro a la sociedad y ganar confianza. Pero también deben acercarse y atender a sectores de la sociedad: Iglesias, instituciones públicas y privadas, Corte Suprema de Justicia, Ministerio Publico, Fuerzas Armadas y, asimismo, acercamiento con medios de comunicación y analistas, no para ocultar lo inocultable, si no para que conozcan la realidad, in situ, de una institución que nunca deja de trabajar, donde sus hombres laboran más de 24 horas al día, con las puras uñas, en condiciones paupérrimas, alejados de sus familias, hambrientos, sin dinero en sus bolsas, desvalidos de medicinas y otros beneficios sociales, de paso vilipendiados inmisericordemente.
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