domingo, 24 de julio de 2011

Grave problema del hondureño

Por: Juan Fernando Ávila P.
Julio Cortázar, el célebre cronopio argentino, autor de numerosas obras que revolucionaron la narrativa latinoamericana; dentro de las que se cuenta, LA VUELTA AL DÍA EN OCHENTA MUNDOS, al reflexionar en la elaboración de uno de los textos de sugerente y denso contenido refiere: Que uno de los problemas cardinales de los argentinos, por la naturaleza y el carácter de los mismos, es el referente al trato con el cual se comunican en sus relaciones interpersonales, en tanto las complicadísimas y graves dificultades que ésta implica.
Ahora que la sociedad hondureña transita por un proceso crítico de polarización, y en el entendido que los problemas de los pueblos latinoamericanos son los mismos son sutiles tintes de diferencia, pensé en los vaivenes del trato afectivo que habrán de dispensarse, sobre todo, al interior de un movimiento de masas, donde convergen personas de diversos estratos sociales y múltiples ideologías, como el recién anunciado FRENTE AMPLIO (FA), que pretende centrifugar a cuanto ser flotante esté dispuesto a envolverse en esa tendencia socialista, la que algunos politólogos internacionalistas conceptualizan como la entidad de los “eternos sacrificios”. Y pensé en ello ante la gravedad y migración de muchos liberales que dispusieron abandonar esas trincheras del martirologio secular, para retornar al tibio seno de su antigua organización, como también el trato que puedan conferirse una vez que estén englobados en el círculo de inquietudes y de desarrollo del prospecto ideológico que galvaniza Zelaya Rosales.
De tal suerte, que más grave será el problema con una población analfabeta que cifra un millón y medio de compatriotas, desconocedores orgánicos y activos de lo que es la ideologización socialista, y el trato que puedan recibir en la fraternidad de la lucha. Así los liberales que se quedaron, no podrán tratarse de “CORRELIGIONARIOS”, con los socialistas en ciernes, porque ese calificativo corresponde esencialmente a la tradición histórica en la que se ha estado por tiempo trabajando afines en el mismo propósito, razón que en esta oportunidad no les identifica, porque es el principio de un nuevo proyecto, y el liberal criollo y partidario, urbano o rural, iletrado o científico, en el fondo lo que desea es ver otear victoriosa en Casa Presidencial, la bandera de su partido, y no la que caracteriza a los revolucionarios de América con sus típicos colores rojo y negro.
No podrían tratarse de “amigos”, porque esa es otra categoría excepcional que está comprendida como acto de lealtad a la vida y a lo humano, en ámbitos de la sinceridad y el afecto, y no en encuentros esporádicos promovidos por la lucha ideológica, y porque además, en política, como lo diría anecdóticamente en alguna ocasión el lúcido y extinto estadista hondureño, Ramón Villeda Morales, no hay amigos, ni enemigos permanentes, lo que existen son verdaderas circunstancias e intereses.
Tampoco podrían tratarse de “hermanos” en virtud de que la misma está catalogada en primer orden como un sustrato de sanguinidad congénita, y por otro, es un término demostrativo de solidaridad, utilizado coloquialmente por las cofradías evangélicas en sus tertulias colectivas, o en la relación interpersonal, cuando están cobijados bajo el mismo manto de fe espiritual cristiana en su afán y pretensión de aproximarse cada día más y demostrar, que están preparados para el advenimiento de nuestro Señor Jesucristo.
Y menos tratarse de “querido”, porque esa es una connotación que además de cursi, tiene veleidades y tonalidades feminoides, y los revolucionarios no son hombres que aceptan se les confunda con otra cosa que no sea su valor puesto a prueba en sus empuñaduras de lucha armada. El “querido”, sólo es permitido como vehículo de comunicación en las películas del lejano oeste norteamericano, en voces dobladas al español por artistas mexicanos que nunca lograron figurar en la estelaridad.
Otra de las expresiones usadas es el de “estimado”, término carente de sinceridad y vacuo, con aires y diapasón intrascendente. El “estimado”, además de ser falso, sólo lo utilizan los banqueros cuando someten a sus olientes a la zozobra legal del remate de sus bienes por impuntualidad en la honra de sus compromisos. Es un término generativo de simbiosis que se ajusta integralmente con este tipo de funcionario, tan falso el término como quien lo utiliza. Es un disfraz afectivo que además de cínico conlleva una carencia absoluta de sinceridad, sobre todo en estos avatares que deriva el ejercicio de la tenebra política.
Pero ninguna palabra o término como quiera llamársele ha sufrido el desgaste, la desnaturalización y exabruptos que ha sufrido el término “compañero”. Usada por sindicalistas, campesinos, maestros activos o jubilados, oficinistas, cooperativistas etc., en fin, en todos los escalafones de la actividad social, el término ha adquirido el reclamo parecido al toque de los tambores que utilizaba LUIS XV, para hacer la convocatoria al PUENTE NUEVO de París, donde se reunían los médicos naturistas a curar a miles de enfermos con sólo ponerles la mano en la cabeza. Este trato de compañero es un abuso y una irreverencia, sobre todo cuando no se ha andado juntos confeccionando pancartas, desfilando por las calles, protestando indistintamente sin razón, repitiendo las letanías del golpeado, exigiendo proyectos bizantinos, fabricando bombas molotov, manchando paredes con grafitis insultantes, rompiendo vitrales de edificios, quemando llantas y negocios de comidas chatarras, que hoy les subsumen en la impotencia y a los que los ha llevado la victoriosa oligarquía que pretenden pulverizar de un solo plumazo.
Y para finalizar, el trato más abierto e inescrupuloso y desfasado, que alguien no deseará recibir en público por naftalinado y carente de sentido explicativo, después de la caída del Muro de Berlín y la aplicación de la Perestroika, es el connotativo de “CAMARADA”.Entonces ante tanta complicidad para entenderse en la comunicación y el trato necesario y prudente en estos tiempos de violencia, y evitando que alguien por andar de abusivos no deje la cara llena de moretes, nos disloque el maxilar inferior y rueden por tierra sin gravedad, un par de dientes incisivos, es preferible retornar a los viejos y tradicionales tratos que nos enseñaron nuestros abuelos (que aunque algunos iletrados), supieron entender la mecánica de la urbanidad, y caer en los respetuosos nominativos, de señor, señora, señorita, joven, que son más profilácticos e indicativos y así evitarnos fatales enredos de los cuales hace referencia el extraordinario autor de HISTORIA DE CRONOPIOS Y DE FAMAS, DE BESTIARIO, FINAL DEL JUEGO, RAYUELA, 62 MODELOS PARA ARMAR Y EL ÚLTIMO ROUND, y tantos otros que ilustran la bibliografía latinoamericana.
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