jueves, 21 de julio de 2011

Ciudadano envidiable

Por: Enrique O. Samayoa M. Corría el año 1951 iniciándonos en los estudios de la carrera de medicina, nos inscribimos 150 aspirantes de los que logramos pasar 6 novatos y engrosamos lo que eran un grupo mayor del 2° año, en total unos 50 con los que encontramos en el camino. El grupo de los 6 fue formado con 3 alumnos de la sección A y 3 de la sección B del primer año, simpatizamos desde el inicio, tal vez por tener el denominador común de ser colados de un grupo de 150. La homogeneidad era la competencia en el estudio pero no en la procedencia ni el estrato económico; la procedencia: La Esperanza, Intibucá; San Antonio, Intibucá; Santa Rosa de Copán, Copán; Choluteca, Choluteca; San Marcos de Colón, Choluteca y Comayagüela, Francisco Morazán. Nuestro estrato económico variaba desde los con casi nada, hasta los con mucho.
Mi ciudadano inolvidable era representante de los con casi nada. Por esas cosas que hace la empatía, en una auto confesión de esfuerzos para el estudio, me di cuenta que no solo era eso lo que le caracterizaba sino también el esfuerzo de sobrevivencia. Nacido en San Antonio, Intibucá; procedente de una familia luchadora e inteligente, su padre murió cuando él era sólo un niño, su madre una maestra de escuela en esa apartada comunidad fronteriza con El Salvador a orillas del río Lempa.

Nos relataba que estudió magisterio en la ciudad de La Esperanza Intibucá, así lo había programado su madre, el hermano mayor se dedicaba a la agricultura mientras él y el segundo hermano se hacían maestros de enseñanza primaria, quedaban esperando turno tres hermanos y dos hermanas. Nos contaba que un día estando trabajando en la milpa de la familia se le metió el gusanito de la medicina y consciente de que su madre sólo contaba con el sueldo de directora de escuela, no le quiso informar de su proyecto sino que con el pretexto de venir a conocer la capital, le solicitó permiso de usar parte de sus ahorro para el viaje “Permiso concedido”.

Llega a la capital y se hospeda en el cuarto que su primo alquilaba en la primera avenida de Comayagüela, el primo era el compañero de La Esperanza. Decide matricularse en la Escuela de Medicina, lo que importaba L.25.00, que constituían casi la mitad del capital con que había iniciado su aventura, del dinero restante pago por adelantado un mes de alimentación. ¿Y los textos de estudio?, excepcionalmente caros. Servía de lector a su primo y a los otros compañeros con los que hacía amistad. El estudio de la medicina es terriblemente pesado, requiere dedicación exclusiva, es una novia muy celosa leí en un artículo médico. Cuando nuestro amigo se sometió a exámenes mensuales alegremente se dio cuenta que en todos había obtenido buenas notas y decidió escribirle a su madre diciéndole que le perdonara que no regresara pero que el dinero lo había gastado en matricularse en medicina y que se había dado cuenta que no era tan difícil como la pintaban, que le rogaba que le vendiera una vaca de su propiedad y que no se preocupara por enviarle más dinero.

Al incorporarnos al 2° año nos conocimos los 6 seleccionados y nunca nos volvimos a separar en los estudios y el resto de la vida y nos dimos cuenta que nuestro amigo sólo tenía un terno de dril café claro, que lo lavaba y planchaba los fines de semana, permaneciendo en ropa interior y estudiando en los libros de su primo. Con el pasar de los meses formamos un equipo de estudio y como sólo disponíamos de una cama, nos turnábamos mientras unos dormían otros estudiábamos, y los turnos de dormir eran de 4 horas y el que no se despertaba le estimulábamos las fosas nasales con un papel finamente enrollado hasta que se despertaba estornudando. A nuestro compañero nunca se le separó su guitarra y el solía decir que para quitarse el sueño era bueno darle serenata a las chicas del barrio, tenía buena voz, en eso lo acompañaba el sanmarqueño. Al lograr pasar la clase de anatomía consiguió el cargo de profesor en anatomía en la Escuela de Bellas Artes y más adelante en su cuarto año consiguió el cargo de médico de la selección de baloncesto femenino. Como era maestro de enseñanza primaria logró una plaza en una escuela nocturna, al salir de sus obligaciones nocturnas se integraba al grupo de estudio. Llevaba una vida azarosamente complicada. A llegar al período de exámenes no se sometió a todas las materias de un solo, una primera parte en los exámenes ordinarios y la segunda parte en exámenes de extraordinaria. NUNCA LO APLAZARON.

No era más que un humano que sabía usar equilibradamente su tiempo así logró ser presidente de la Asociación de Estudiantes de Medicina en circunstancias políticamente difíciles en la vida estudiantil. Era un consejero para sus paisanos que siempre lo buscaban recibiéndolos con un cálido abrazo, una sonrisa amable y haciendo chiste de los días difíciles y ese espíritu jovial lo mantenía en las duras horas de estudio, nos daba vergüenza quejarnos de incomodidades y cortedades económicas, él siempre salía adelante resolviendo problemas de los que no sabían hacer uso de sus facilidades económicas.

No sé de dónde sacó recursos para asistir a sus hermanas que estudiaban en la Normal de Señoritas, cuando fue asesinado el hermano que aportaba a su mantenimiento mientras se desempeñaba en una dependencia departamental de Intibucá de la Secretaría de Educación, el asunto es que el consejo familiar decidió que el hermano agricultor también debía hacerse maestro y lo lograron. Cuando murió su hermano creíamos que todo su esfuerzo se venía abajo cuando ya cursaba el 5° año de la carrera y lo insólito fue que decidió casarse, como logró convencer a su novia de compartir sus bellas e inolvidables aventuras por la casi Ciudad de la Alegría de Dominique Lapiere. Se casó, se graduó de médico, se fue hacer servicio social a la ciudad de Olanchito, Yoro; donde sentó sus reales para bendición de la comunidades, se llenó de hijos todos profesionales y en sus otoñales años encarando muchos botones de la diabetes me decía: Mire Quique no tenemos más enfermedades porque no tenemos más órganos”.

Y se despidió así.

Colmado de esperanzas para hacer lo mejor en corta vida

Sin saber que vivir es enseñanza, que ha aprender miles de cosas nos convida

Desde niño aprendí con claridad, que es muy serio el recorrido en este mundo,

Se tropieza contra todo en esta edad y es un triunfo conocer lo más profundo.



Hoy que siento ya el peso de los años sin perder mi siempre clara lucidez,

Recuerdo inesperados desengaños que le dieron fortaleza a mi vejez.

Resignado me alejo poco a poco de los seres que forman mi familia,

Pues la vida se apaga como un foco para entrar a lo más ignoto, que concilia.



Adiós le digo a todos mis quereres, adiós le digo todo adolorido,

Adiós le digo a todos esos seres que jamás me tuvieron en el olvido.
Related Posts with Thumbnails