sábado, 30 de julio de 2011

El retorno de los liberales

Por: Juan Fernando Ávila P.
La firma del Acuerdo de Cartagena (Colombia), suscrito por tres mandatarios latinoamericanos, contentivo de puntos axiales, dentro de los cuales se enumeran, la reinserción de Honduras al seno de la Organización de Estados Americanos (OEA), que no es más que el reconocimiento multinacional de los países conformantes, y el ablandamiento de los organismos internacionales de crédito, para el ajuste letal de la soga del endeudamiento hondureño, y el retorno sin condiciones del ex presidente Manuel Zelaya Rosales, al seno ardiente de su patria, crearon naturales expectativas en grandes segmentos de la población nacional, sobre todo en los miembros y seguidores inclaudicables del Frente Nacional de Resistencia Popular, (FNRP)
, y en parte de la militancia del Partido Liberal, ante la llegada y discurso del ex mandatario al pisar suelo hondureño, y la indecisión primaria creada por él mismo, frente una exigencia manejada a sotto vocce por ambos sectores, que aunque vivían unidos por el mismo delirio de retornar al poder, de igual forma lo estaban en cuanto a una serie de interpretaciones y propuestas del sustento ideológico que galvanizaba el ex presidente, promotor de un ideal socialista como camino, o fuente inspiracional de lucha, o de virtual y eterna inmolación, y quizá de un final sacrificado de su propia organización.
Pero ahora para despejar cualquier tipo de dudas, Zelaya Rosales, ha hablado claro, y en la última reunión del Frente, con asistencia de delegados de toda la República, expresado; que la constitución de un Frente Amplio (FA), es la alternativa más razonable en torno a la cual deben converger y aglutinarse, militancia, simpatizantes y activistas de diversas tendencias, a fin de hacer posible la consecución de sus primeros e inmediatos objetivos.
La dispersión militante y evidente que asomó frente al proyecto ideológico, generó por supuesto la reacción de algunas voces disonantes, sobre todo de dirigentes del Partido Liberal, quienes con anticipación habían exteriorizado, que si el expresidente abandonaba el partido que lo había llevado al poder y en el cual alcanzara las glorias de las cuales ahora disfruta, ellos no le seguirían, al considerar la actitud como un acto de deslealtad a su partido, al contraponerlo a otra fuerza política en gestación, y ellos veían amenazados sus liderazgos, y nulificadas sus posibilidades de figuración posterior, al provenir de una organización a la que la izquierda hondureña ha conceptualizado como prehistórica y jurásica, que ya cumplió su papel en el devenir, y en el espacio y tiempo histórico de nuestra política nacional. Los liberales que se involucraron en actos de fidelidad con Zelaya Rosales, comenzaron a sentir el abandono de su líder, desde que dio los primeros pasos en la formación de esa nueva corriente de pensamiento político, en donde ellos experimentaron que no eran los principales protagonistas. Cuando tomaron la determinación de serle fiel tanto en la victoria como en la derrota, de algún modo alimentaron que su reincorporación al país, determinaría igualmente su integración activa, militante y dirigencial a su partido (el Liberal), donde tenía inscrito un frente interno conocido como Movimiento Esperanza Liberal (MEL), pero las cosas infortunadamente no fueron así, pudo más el Síndrome de Caracas, que el blanco inmaculado de la justicia y rojo encendido de la libertad. Y no fue como los dirigentes liberales lo esperaban, porque Mel, (me refiero al político) nunca tuvo tanta fe en los liberales, ni se hizo rodear en su administración de una militancia reconocida de liberales sino que el círculo de hierro que influyó en su entorno, fueron hombres y mujeres dominante y asesores de amplios sectores obreros, enemigos silenciosos del liberalismo, los que muchas veces pasaron los temporales cobijándose en la bandera rojo, blanco y rojo, sin ser militantes de ese partido, sobre todo en tiempos de persecución, y de la aplicación de la política de Seguridad Nacional, implementada en Honduras por el general Álvarez Martínez.
Ahora Zelaya Rosales, ya tiene definiciones claras. Lejos quedó la dicotomía de que si tomaba la determinación de retornar al Partido Liberal, tendría la condena implacable de traidor a las causas populares, Mel prefirió darle refugio a los que eternamente anduvieron por estos andurriales cargando con su orfandad ideológica, a los dirigentes obreros y campesinos dilectantes, a los militantes izquierdistas soñadores, y finalmente, a los maestros ilusionistas, que hoy han encontrado un asidero para sus caprichos y manifestaciones de protesta callejera.
Mientras tanto, conocedores de la verdad y de su inevitable retorno, Yani Rosenthal Hidalgo, heredero invicto y sanguíneo de múltiples derrotas internas del pasado y mártir futuro del mismo síndrome electoral, ha dicho que él es liberal y que como tal se mantendrá inamovible en esas filas aglutinantes de posibilidades mediatas, aunque el periódico de su familia conserve una campaña mediática de identificación en contra de los intereses del partido al cual él pertenece y desea liderar. Carlos Montoya, tigre de lucha de otros tiempos, ha expresado y fijado su posición clara y definitiva, como también lo ha hecho la Lic. Carolina Haylock de Chavarría, presidenta del Foro de Unidad Liberal, confesando su fidelidad a la organización donde ella ha alcanzado sus mayores victorias, y no digamos “Chilo” Cruz, inagotable reclutador y organizador de bases y convencido sistematizador de campañas en su acostumbrada telefonomanía matutina, como también lo están haciendo quienes retornan al seno de la organización de la eterna juventud como la conceptualizara Ángel Zúñiga Huete.
La suerte está echada, a estas alturas de la tercera edad, resulta contraproducente, y un acto casi mortal, serle infiel al viejo amor, por el cual se ha sufrido en las derrotas, las victorias, las ofensas, los éxitos, pero hay que sostener un principio de moralidad. Mel, que se quede con su ensayo socialista, y los liberales, que retornen a su redil.
Los indispensables sólo quedan como versificación en los poemas de BERTOLD BRECHT.
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