miércoles, 22 de junio de 2011

Un presidente arrodillado

Por Juan Ramón Martínez
La información sobre un pacto secreto entre Lobo Sosa y el gobernante de Venezuela, es muy preocupante. Pero hasta ahora, no hay prueba física alguna. Son palabras de una parte y de la otra lo que ha publicado el Nuevo Herald de Miami, más que un documento de compromiso, es un retrato de la terrible realidad que vive Honduras y, posiblemente lo más doloroso y vergonzante, la pintura de un gobernante arrodillado, reducido a la impotencia que solicita, al borde de las lágrimas, que no le obliguen a hacer cosas –no porque estas sean malas para el país, para su pueblo y para su propio partido político– sino porque no tiene capacidad para ejecutarlas.
E insinúa que si lo obligan –como parece ser la correlación de fuerzas entre Venezuela que domina a Honduras y nuestro país que se ha tornado satélite de Chávez– terminará como su colega y paisano, el “ex fugitivo”, asilado en Caracas. Es decir que aunque no existiera un documento de compromiso entre Honduras, –“representada” por Lobo sin autorización para ello; y sin ratificación el supuesto acuerdo secreto por el Congreso Nacional– y Venezuela, como precondición para ser readmitidos en la OEA, lo que cuenta, al final, son las declaraciones sobre los temas del compromiso. Y las actitudes sumisas de Lobo con respecto a quien, parece que es quien gobierna al país: Hugo Chávez. Y por supuesto, las declaraciones internas de Lobo Sosa, sobre los temas controvertidos y que son los que han disparado las alarmas en el interior de la oposición, en el partido de gobierno y, por supuesto, entre los mismos integrantes de la actual administración que aparente dirigir junto a JOH.
No de otra manera se puede entender cuando se lee la carta informe del encargado de Negocios a.i. de Venezuela. Confirma que Honduras es un país humillado, al cual tienen tomado del cuello y, al cual le imponen sus condiciones: la omisión de la autonomía para el Poder Judicial, el compromiso de protección al gobernante destituido, la eliminación del castigo para los supuestos culpables de haber aplicado la ley en contra de “delincuente” político, la ilegal convocatoria de una Constituyente –en la que no se habla de refundación del país, de la transformación; ni de la original promesa de colocar el derecho al servicio de la felicidad del pueblo sino que exclusivamente del regreso de los “revolucionarios fracasados” al ejercicio del poder más allá de lo que permite la ley– y el establecimiento de un régimen de impunidad general, que estimule la corrupción y la destrucción por parte de los irrespetuosos de la ley, del sistema legítimo establecido en el país.
Por la descripción terrible que hace el encargado de Negocios a.i., modelo de precisión y respeto diplomático hacia un gobernante que no se respeta a sí mismo en su investidura de líder, magistrado y mandatario de la nación, se concluye fácilmente que Lobo Sosa, en el cumplimiento de una clara hoja de ruta, está dispuesto a cualquiera cosa que le piden con tal que le permitan el reingreso a la OEA, que reconozcan a Honduras como miembro de la comunidad internacional y que, neutralicen la influencia de Zelaya, por medio de la sustitución de sus tareas que ahora, se ofrece ejecutarlas, gratis. Por lo anterior, no cabe duda que Lobo Sosa se ha extralimitado negociando más allá de sus facultades, en la creencia que para el logro de sus fines, no tiene horizonte alguno. Y que, en consecuencia, puede hacer cualquiera cosa, desde entregar el honor nacional, comprometer la soberanía del país hasta convertir a Honduras en una colonia venezolana en Centroamérica, como parte de un oscuro plan destinado a crear en la región una cuña que ponga en peligro la seguridad del Caribe y la estabilidad de nuestras relaciones con México, Canadá y los Estados Unidos.
No hay que ser un experto en temas jurídicos como Orellana Mercado, para saber que Lobo no está autorizado para establecer compromisos en la dirección que le impone Chávez. Contrario a lo que dice un ex gobernante, el Presidente de la República, no puede comprometerse más allá de sus competencias, ni echarse al suelo, como tacuazín, para lograr resultados que no justifican nunca; ni el deshonor y mucho menos la humillación en un ser humano que fue elegido para el honor, el respeto y la dignidad. Por lo que, con fuerza, debe ponerse de pie.
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