sábado, 25 de junio de 2011

Alternancia en el poder

Por : Wilfredo Mayorga Alonzo
Casi todos los presidentes en funciones que pretenden reelegirse o colocar a sus consortes en el sillón presidencial (como está poniéndose de moda), han jurado ante la Biblia, la Constitución y ante el pueblo, cumplir y hacer cumplir la Carta Magna y las demás leyes de la nación y enseguida se olvidan de ese juramento, picados por el gusanillo de la ambición.
Niegan y reniegan, cuando se descubre que sus promesas son pura hipocresía. Se comprometen a cumplir únicamente con el periodo constitucional para el que fueron investidos. E inmediatamente después, hasta les brillan los ojos pensando en las elecciones siguientes, en el presupuesto confidencial que manejarán con las puras manos y en la superioridad que tienen sus decisiones y acciones.
 Con el bastón de mando seguro, se imaginan en el poder tanto tiempo como sus mentores internacionales que ya hicieron olvidar a sus países de lo que significa votar por varios partidos y entregar la banda presidencial cada periodo establecido. Son gobiernos que dirigen por decretos y por “órdenes superiores”; a través de asambleas domesticadas y de ideologías extranjeras. Quienes desean acompañarlos, solo tienen que declarar su antiimperialismo yanqui y un socialismo inventado que viene a ser como eufemismo de las prácticas comunistas del sistema que rigió a la Unión de Repúblicas Socialistas hasta los años noventa.

La alternancia en el poder es parte de la filosofía concebida en los estatutos e ideales de los partidos políticos democráticos, sea de derecha, centro o izquierda moderada. Un ejemplo lo tiene Honduras cuando el doctor Juan Manuel Gálvez heredó la presidencia del general Tiburcio Carías Andino después de 16 años de dictadura, confiando en que el sucesor sería el mismo poder tras el trono. Pero el exsecretario de Estado, no siguió al pie de la letra los dictados cariistas, y cuando su vicepresidente, Julio Lozano Díaz, quiso hacer una mala jugada en las elecciones que ganó el Liberalismo en 1954, se hizo el enfermo, se internó en un hospital panameño y dejó que Lozano Díaz se responsabilizara de las consecuencias del fraude.

La historia conoce al doctor Gálvez como el “Presidente en mangas de camisa”, porque todas las mañanas recorría la calle peatonal capitalina desde su casa hasta el Parque Central y se iba a platicar con los humildes lustrabotas sin ningún protocolo. No avisaba tampoco, cuando se presentaba en los lugares donde se ejecutaban obras públicas y sorprendía a los encargados, cerciorándose que cumplían con sus obligaciones y devengaban sus salarios honestamente.

En los últimos tiempos, la moda es que los funcionarios públicos aprovechen los largos asuetos, hagan turismo externo en Europa y los EE.UU. y en largas giras se hagan acompañar de comitivas supernumerosas en detrimento de las arcas nacionales

A excepción del general Oswaldo López Arellano, hay que reconocer que los militares han sido garantes de la Constitución en las últimas seis décadas. Entregaron el mando en 1957 y 1982; cumplieron con el pueblo y se apegaron a los principios de la democracia y a sus lemas disciplinarios. Se critica mucho a los nacionalistas como cómplices de las dictaduras, pero han sido dos presidentes liberales los que han promovido su ambición reeleccionista en lo que va de estos recientes treinta años. El tiro les ha salido por la culata, pero sus homólogos no aprenden.

Ya suenan pasos de animal grande con la promoción de una Asamblea Nacional Constituyente al estilo de la “cuarta urna”. Y miren lo que pasó, exactamente, hace un par de años.
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