martes, 10 de mayo de 2011

Candidaturas y cambios

Por: Wilfredo Mayorga Alonzo
Nos apartamos, por ahora, de los acontecimientos que han tenido amplia divulgación en las últimas semanas (la boda real en Inglaterra, la beatificación de Juan Pablo II en Roma, y la muerte de Osama Bin Laden en Pakistán) para concentrarnos en el ámbito nacional y sus más recientes sucesos de la política tradicional.
Desde que se fundaron los partidos mayoritarios –el liberal en 1891 y el nacional en 1902– se han turnado el gobierno de Honduras, hasta el punto que no se sabe hasta dónde llega el liberalismo de los azules y el conservadurismo de los colorados. Ambos han gobernado exclusivamente para su gente, haciendo a un lado a los adversarios, como si perder las elecciones significase que han dejado de ser hondureños.
Ninguno puede jactarse de haber propulsado la conciliación nacional. Ofrecen servir a la patria y juran por ella, pero los que se han servido son los que escalan la cúspide burocrática y ven con menosprecio a los que quedan en la llanura. En medio está el pueblo-pueblo, que aguanta el pugilato durante cada periodo y es a quien pegan los “knockouts” todo el tiempo. Ya han comenzado a aflorar voces inconformes contra aquellos que ofrecen y ofrecen hasta lo imposible en las campañas, pero que solo les preocupa su propio bienestar.
Las primeras barreras han surgido del mismo Tribunal Nacional Electoral, cuando sus magistrados explican que las candidaturas independientes no podrán inscribir listas de diputados, corporaciones municipales y otros cargos electivos, excepto si la inscripción es de un nuevo partido que reúna los requisitos establecidos. Se presume que hay en espera y estudio tres posibles registros extraoficialmente anunciados en los medios de comunicación: El de la Resistencia Popular, liderado por el expresidente Zelaya, que prefiere dirigirlo a control remoto; uno que no ha tenido trayectoria y que su promotor, Julio Soriano, nombra Convergencia Nacional, y un tercero que podría ser el más serio y pujante, el PAC, surgido de la iniciativa del presentador de tv y comentarista deportivo, Salvador Nasralla. Recuérdese que al otro lado de la frontera, hay ya un periodista dirigiendo los destinos de su país.
Alguien por ahí ha vaticinado que el candidato ideal para suceder a Porfirio Lobo Sosa en 2014, tendría que ser tan carismático y connotado como Ramón Villeda Morales; con las agallas y la dignidad hondureñista de Roberto Micheletti Baín, y con la humildad y pureza de la Madre Teresa de Calcuta. Parece utópico, pero sí hay ciudadanos con esas cualidades en Honduras. Quizá no se atrevan a arriesgar sus capitales en una aventura vernácula y prefieran dedicarse a sus rentables empresas para vivir tranquilos, sin las intrigas y los temores que nacen del sectarismo recalcitrante y las extremas ideológicas.
Eso sí. El pueblo está cansado del nepotismo, la corrupción, la demagogia, el compadrazgo, el oportunismo, la avaricia, la codicia y hasta la megalomanía que cada cuatro años se entroniza en la nación.
Pero desbancar a los partidos tradicionales no es solo de soplar y hacer botellas. La ambición de poder los ha endurecido, y tienen recursos acumulados que echarán a andar para no aflojar la ubre del Estado. Imposible no es tampoco. Allí tienen los ejemplos del APRA, en Perú; del PRI, en México; de ARENA, en El Salvador; del PRG, en Guatemala; de Liberación Nacional, de Costa Rica; del COPEI y AD, en Venezuela, etc.
Lo ideal sería encontrar ciudadanos con el patriotismo de Francisco Morazán; el talento de José Cecilio del Valle; la valentía y coraje de Lempira. Y sobre todo, con la honradez y modestia de José Trinidad Cabañas. No es tarea fácil; pero podemos ser optimistas.

Una sentencia cibernética nos advierte que: “A los políticos y los pañales hay que estarlos cambiando a menudo. Y siempre por los mismos motivos”...
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