viernes, 14 de enero de 2011

Inmigracion,masacres y secuestros

Por : Wilfredo Mayorga Alonzo
Hubo una vez cuando algunos hondureños dejaron la patria para buscar otros horizontes. Seguros, que lo que dejaban atrás era una tierra en constante evolución y que el camino que recorrían no estaba plagado de minas, fueron en busca de nuevos vecindarios que los recibían -si no con aplausos- por los menos con cierta indiferencia y tranquila aceptación.
Era la época en que las transnacionales bananeras se instalaban en nuestro país teniendo su sede oficial en Louisiana. El flujo de compatriotas era visto como algo natural, porque los ejecutivos norteamericanos tenían como guías a muchos paisanos nuestros, nombrándolos capitanes o mandadores de fincas, compensándolos con temporadas vacacionales en Nueva Orleans o jubilándolos con facilidades para lograr una residencia menos complicada en las inmediaciones del río Mississippi.

Ahí está la historia de la gran población catracha en la hermosa tierra del jazz y del carnaval Mardi Gras, que muchos hasta se atreven a comparar como la ciudad gemela de La Ceiba. Sería ingrato desconocer todos los esfuerzos hechos por esos connacionales en favor de sus orígenes, y los padecimientos que han experimentado con los huracanes y otros problemas que, lógicamente, han tenido que afrontar a lo largo de los años para poderse llamar “americanos” sin renunciar a sus raíces.
Ahora, el asunto inmigratorio adquiere otros matices. Según los funcionarios competentes, “hay que hacer una reflexión profunda” para buscar soluciones a los inminentes casos de secuestro, extorsión, violaciones, persecuciones, encarcelamientos, repatriaciones, etc. de los hondureños que deben pasar por suelo azteca en busca del sueño americano.
Es de conocimiento público, que México en el 2010 repatrió 60,121 centroamericanos. De estos, una tercera parte (22,225) eran hondureños. En agosto pasado, durante la masacre de Tamaulipas, más de setenta inmigrantes sufrieron el flagelo de los narcotraficantes y casi la mitad eran hondureños. En diciembre anterior, decenas de compatriotas fueron secuestrados en Oaxaca, y todavía las autoridades de ambos países están buscando fórmulas para evitar esas barbaridades. ¿Cómo? Si el propio territorio de tránsito está, a su vez, secuestrado por los cárteles que operan a diestra y siniestra con cierta holgura y superioridad.
Conforme lo expresado por el defensor del pueblo, Fernando Bautista, a través de una agencia noticiosa, son espeluznantes los testimonios de quienes trataron de llegar a los Estados Unidos atravesando México. En el año que acaba de finalizar, se calculan 10 mil en cada semestre, y “lejos de que hayan tomado medidas y procurar justicia, ha sido lo contrario”. Todos los casos fueron debidamente documentados por organismos oficiales.
Las más recientes reuniones en México para evitar que se repitan las historias de Tamaulipas y Oaxaca, no son más que paliativos verbales, ante el diario trajín de centroamericanos que son amedrentados momentáneamente por estos dolorosos acontecimientos pero, que a los pocos días, siguen fluyendo por las fronteras sin detenerse ante los reiterados ejemplos.
Los funcionarios de los países afectados se preguntan, ¿Cómo salvaguardar la vida de los testigos que lograron huir de estos hechos? ¿Cómo lograrlo a corto plazo? ¿Cuál será su estrategia?

¿No sería más objetivo preguntarse por las causas de esta masiva e indetenible migración? ¿Qué medidas han tomado antes para evitarla? ¿Cuántas promesas han hecho los políticos en sus campañas, y cuándo asumen el poder se olvidan de cumplirlas?
Esas reuniones, esa preocupación, esas reflexiones, sólo estarán vigentes mientras dura el más reciente secuestro o exterminio... Hasta que vengan los próximos...
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