
Lobo Sosa ha resultado tan ágil que incluso Zelaya le respalda porque cree que de esta manera se venga de Elvin Santos, pone en ridículo a Carlos Flores y engaña a Jaime Rosenthal con promesas que todos sabemos que nunca le cumplirá. Solo Juan Barahona se ha dado cuenta, en un chispazo momentáneo que evidentemente corregirá cuando le envíen instrucciones desde Santo Domingo, que Lobo Sosa se merece igual trato que el que recibiera Zelaya que, por menos de lo que ha hecho el olanchano nacido en Bonito Oriental, lo mandaron, según su decir, en pijama a Costa Rica.
Como nada de esto es accidental, tampoco lo son los logros de Lobo Sosa. En primer lugar, en vez de usar la estrategia de la amenaza y el chantaje económico, pactó con los grupos de poder, lo que le ha permitido hacer lo que ha querido con el tema del respeto a la Corte Suprema de Justicia, favoreciendo la cuestión de la impunidad, el retorno de Zelaya y el restablecimiento de la reelección, eliminando los artículos pétreos o salvaguardas de nuestra Constitución. Los medios democráticos se han mostrado indiferentes como si la cuestión no fuese peligrosa, sino un simple juego de palabras con el cual pasar bien el resto de nuestra existencia. Mientras Zelaya se negaba a darle dinero al Congreso, Lobo tiene a este poder del estado bajo sus órdenes, con las baterías amenazantes en contra de la integridad de los magistrados de la Corte Suprema de Justicia.
Pero Lobo Sosa no debe cantar victoria. La partida está comenzando. El que nos haya engañado es la expresión de sus habilidades, pero nunca la prueba de nuestras debilidades. Todavía la pelea es muy temprana para anunciar ganador. Lo único que tenemos que hacer es evitar cometer el error que, como se trata de un mismo comportamiento, que nos manifestamos en la forma que lo hicimos en contra de Zelaya. Debemos enmascararnos, sonreír a lo tonto y en forma mecánica como lo hace Lobo Sosa, jugarle al tonto a los diputados que andan endiablados con el ejercicio de la venganza y trabajar desde la sombra, preparándonos para el ultimo round que será en el que se definirán las cosas. Allí, Lobo y su gente querrán comerse a la Caperucita Roja. En ese momento, esta debe arrojar la canasta al bosque, ponerse la mochila al hombro y atacar en la dirección correcta. El lobo es un animal cobarde que a los primeros gritos de los recién despertados, sale corriendo. Lo podemos echar del gallinero y salvar a Caperucita Roja. Podemos hacerlo. El entorno internacional cada día será mucho más favorable para quienes creemos que debemos defender a las democracias incluso de los disfrazados lobos de demócratas que quieren, en forma abusiva, imponernos su voluntad y vender al país a los espurios intereses que andan buscando colonias y esclavos entre los países pobres como el nuestro. Estamos a tiempo para darle la lección de su vida al presidente Lobo, a Juan Orlando y a los lobeznos llorones que les acompañan. ¡Caperucita puede derrotar al lobo!