lunes, 15 de noviembre de 2010

Consuelo Tomás por : Jose Adan Castelar

Consuelo Tomás no es fea. Ninguna mujer lo es. Y perdónenme el tonto eufemismo. Basta mirar a una mujer (¡pero mirarla con ojos racionales!), no importa su aspecto físico: gorda, flaca, obesa, esquelética… La belleza de la mujer no tolera adjetivos ni sobrenombres: es, y ya. Desde luego, los gustos personales son otra dádiva del libre albedrío. Pero quien ve desde el ángulo de la experiencia, o ve lejos con mirada clarificadora, o ve mal como una anormalidad o una equivocación. También el color de lo desagradable o bonito es cuestión de genes.

Pero Consuelo Tomás no es fea. Fea es la presbicia del contemplador. La conocí, primero en Panamá, después en Guatemala. Inquieta, incisiva. Es de las que esperaba, noche y día con una lámpara en la mano, la devolución del Canal a su país. “No es mío, aseguraba; pero sí de la dignidad de todo buen panameño”. Con la estrella de Torrijos enterrada en el pecho, escribe como le place, y, bajo la quemante tutela de Eros, ansía y copula sobre la vasta playa del papel en donde arden llamas apagadas. Aún tiene tiempo para el sarcasmo y la caricatura. “No te tomes en serio –aconsejan algunos sicólogos– búrlate de ti, en tu propia cara”. En este caso el “conócete a ti mismo”, es también una olímpica carcajada. Tengo varios años de no saber nada de ella. Seguramente sigue aguardando… cualquier advenimiento; un libro, un amor, el canal, un buen verso, el canal, el desempleo, el canal, sus ritos mensuales, la destrucción de un barrio (en estos tiempos locos, de lobistas y guerras económicas, todo puede ocurrir), en fin.
Esperar, he aquí el caballo del tiempo montado por jinetes desesperados o tranquilos.

No importa. Venimos a vivir en este lugar y a plantarnos en alguna pasión.

Allí nos encuentre siempre la vida. Y que la muerte, esa sombra de nuestra sombra, se conforme con las sobras del olvido. No. Consuelo Tomás no es fea, aunque ella se empeñe en decirnos que “no le queda más remedio que ser inteligente”. La inteligencia, como la cara de la Gioconda, es enigmática, única, hermosa, ¡realmente hermosa! Comedora de siglos como el tiempo y la yerba.

LA FEA
No le queda más remedio
que ser alegre y simpática.

No le queda más remedio
que perdonar su propio nacimiento
y el que nos hayan enseñado a amar lo bello.
No le queda más remedio que beberse su amargura
solitaria.

A la fea
no le queda más remedio
que ser inteligente.

Consuelo Tomás
Fuente : La Tribuna Cultural
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