jueves, 9 de septiembre de 2010

Olanchito y la Semana Cívica : Por Juan Ramon Martinez

Honduras es una multitud de pueblos. Cada uno aporta lo suyo, desde una singularidad implícita o singular. En el caso de Olanchito, lo característico es una identidad definida, fruto especialmente de un sistema educativo que preserva los valores cívicos; y en donde sus principales integrantes originales, los maestros, salen de la escuela al encuentro de la comunidad para que esta los asuma y los mantenga. La Semana Cívica, que se iniciara en 1935, hace que la Patria y el esfuerzo por construirla desde la sociedad se conviertan en el eje central de las celebraciones anuales, incluso desplazando discretamente a un segundo plano a la Feria de la Virgen de Concepción, celebrada hasta los años cuarenta del siglo pasado, con mucha pompa y católica devoción. La propuesta de los maestros que fundaron la Semana Cívica, encabezados por Francisco Murillo Soto, tenían una propuesta muy clara, y en donde lo público ya no estaba bajo la dirección de las autoridades, sino que en manos de toda la ciudadanía, lo que constituye un hito en la construcción de un sistema político y social, caracterizado por la superioridad de las personas, la igualdad de éstas al margen de sus posesiones materiales, el liderazgo magisterial y el cultivo de todo lo que significa progreso, desarrollo económico y prestigio para la ciudad.

Por eso es que esta celebración y las acciones anuales que le han acompañado, fueron conformando una personalidad en la ciudad que al final, la cubrió totalmente para crear una identidad definible como muy pocas en Honduras. El sistema de valores que impulsó la Semana Cívica, colocó en primer lugar el talento intelectual, el compromiso cívico y la devoción hacia el servicio de la colectividad. Introduciendo en la mente de las jóvenes generaciones, la seguridad que el futuro era suyo; y que, en consecuencia podían con sus propias manos, sin dependencias enojosas, construir sus éxitos. Era cuestión de imaginarlo, anticiparlo, diseñarlo y construirlo, sin pedirlo a nadie y por supuesto sin que ninguna fuerza pública, lo cubriera o lo llevara de la mano.

Así al tiempo que la sociedad desarrolló una personalidad, impulsó el crecimiento del individualismo triunfador en cada uno de sus miembros que, empezaron a imaginarse diferentes al resto de los demás hondureños, por su capacidad para servir a los intereses nacionales y su talento para enfrentar al poder desde la crítica, el cuestionamiento y la obligación de colocarlo al servicio de todos. De allí, los “olanchitos”, fuimos impulsados al territorio limpio de la palabra, a la construcción literaria y a la actividad política. La idea era simple: nos considerábamos diferentes; pero no para exigir, sino que para dar y construir, junto al resto de los compatriotas, una Patria mejor como la imaginábamos desde el aula, con los maestros a nuestro lado y con el resto de los vecinos celebrando nuestros éxitos y anticipando con gozo los sueños que expresábamos verbalmente.

Ramón Amaya Amador, Francisco Murillo Soto, Dionisio Romero Narváez, Ranulfo Rosales Urbina, Mario Soto Ramírez, Modesto Herrera Munguía, Donatila Soto de Murillo y los docentes que llegaron desde Olancho – configuraron un obligado compromiso en las nuevas generaciones que estábamos obligados a obtener el éxito, disputando ya no en el espacio municipal, sino que en el amplio territorio nacional. Los jóvenes “olanchitos” se dispersaron por diferentes lugares del país, donde lograron ocupar posiciones cimeras por su vocación de servicio y su talento para colocar los intereses de la colectividad, antes que los propios. José Ramírez Soto, (Cheche) Elvin Santos Lozano, Francisco Galo y Benigno Gonzales fueron alcaldes de Tegucigalpa y de El Progreso. Ovidio Navarro y Orlando Lozano Martínez, fueron magistrados de la Corte Suprema de Justicia y el primero llegó a Fiscal General de la República, siguiendo los pasos de Horacio Moya Posas, el decano de los paisanos integrados en el servicio público. Andrés Alvarado Puerto fue canciller y embajador, colocándose por sus méritos en la antesala de la Presidencia de la República, en su condición de precandidato liberal. Otros más, que no viene al caso, fueron ministros de diferentes gobiernos y actualmente, otra generación de “olanchitos”, interviene desde el Congreso, la Corte y el Poder Ejecutivo en la construcción del bien común.
Fuente: Diario Tiempo
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