sábado, 6 de marzo de 2010

Palabra de los lectores




Por : Juan Ramón Martínez
No me ocupo de peleas estériles; ni dejo que los otros me escojan como su enemigo. Como tampoco permito que determinen mi agenda. Preservo el derecho, forjado en el seno de una familia muy orgullosa, de mantener por siempre la opción de escoger a mis amigos y determinar quiénes serían mis enemigos. En la seguridad que tanto los unos como los otros, le prestigian a uno, de forma inobjetable. En lo que se refiere a los primeros, igual que muchos otros, los amigos que tengo son los que forjé en la escuela Modesto Chacón de Olanchito (Carlos Chahín, Celín Jananía, Vinicio Cano) en el Francisco J. Mejía de la misma ciudad (Darío Turcios, Ana Melara Vega, Felipe Ponce Fiallos, Mario Soto Puerto, Norma Nasar, Darío Meléndez, Marianella Mejía Ortega, Sonia Quesada, Nora Mejía, Jardel Quesada); o que he desarrollado, en la fragua del día a día, en las relaciones sociales, el trabajo e incluso en la disputa política (Carlos Urcina Ramos, Rafael Ramos Rivera, Max Sorto Batres, Elvin Santos Lozano, Marco Orlando Iriarte, Ramón Villeda Bermúdez, Adán Elvir Flores, Juan Fernando Avila, Francisco Romero Baca, Daniel Casulá, Aida Zelaya, Francisco Galdámez, Miguel Morazán Zúniga, Guillermo López, Luis Elvir Girón, Plutarco Castellanos, Mario Nájera, Daniel Reyes Soto, Rodrigo Wong Arévalo, Mario Alberty).

Soy sensible al halago y al cariño. No siempre, respondo como corresponde. Como la mayoría, tengo alguna dificultad para corresponder a los afectos. Ante los ataques, especialmente los que me hacen en forma gratuita, no para polemizar y buscar la verdad, sino para demostrar falsas superioridades, reacciono disgustado; pero de manera mesurada, de forma que el otro no constate que ha logrado sacarme de quicio. Reconozco que soy rencoroso; y que tengo dificultades para el olvido.

Pero hay gente cariñosa. Julio Eiroa, desde Danlí me ha escrito una carta en la que Ileana Ross Lehtinen, le da las gracias “por hacer llegar una obra de gran interés como es el libro de Juan Ramón Martínez, “Itinerario de una Caída” que describe un tema de tanta actualidad. Veo que el libro cubre paso a paso lo que el autor califica como “las recomendaciones que no escuchó Zelaya” y efectivamente todo indicaba que Zelaya no escuchaba y seguía un curso de acción que lo empujaba hacia el precipicio en el que finalmente cayó.

Otro amigo, que omite su nombre, ante los ataques de un escritor que quiere ser mi enemigo, sin tener méritos para ello, me ha enviado la carta que copio continuación: “Tegucigalpa, 22 febrero 2009. Leo sus escritos en los medios que se publican y lo sigo en sus intervenciones televisadas. Nadie piensa igual a otra persona, aunque casi siempre se puede coincidir con el pensamiento ajeno, pero sólo un necio podría ser tan intolerante de pretender imponerle a usted o a cualquier otro escritor, su propio criterio. Peor aún si recurre a las groserías propias de los frustrados. He leído algunas de éstas contra usted. Con su experiencia, no es necesario que le aconseje que debe ignorar a ese individuo, pero la oportunidad es buena para hacer reflexiones en voz alta y dejarlas impresas en la tinta de los diarios.

Los psiquiatras nos dicen que en el estilo de quienes escriben hay implícito un autoanálisis. Por ejemplo, el que llama a su columna periodística Reflexiones, sugiere que está haciendo un esfuerzo al pensar; el que la llama Mirador, nos dice que ha buscado un lugar elevado para ver mejor los acontecimientos… y el que la llama Estafeta, da la impresión de estar entregándonos en sus escritos una pequeña estafa. Cualquier parecido con lo que publican los diarios nuestros, es pura coincidencia, y quien incomodado se dé por aludido, es por puro cargo de conciencia.

Sé que usted es lo suficientemente experimentado para no necesitar consejos, y que sonreirá con suma tolerancia ante quien quiere provocarlo para que usted le responda. Es igual que en el boxeo, cuando un pugilista joven y desconocido –con más músculos que cerebro- provoca al campeón para hacerse notar, o, como en las películas del oeste, aparece un joven provocando y retando al pistolero más famoso para demostrar que él es el mejor, ambos descubren demasiado tarde que estaban equivocados.

Lo que más le dolerá al provocador de oficio es que usted lo ignore o, como dice nuestra gente, que lo deje hablando solo. Cuando a Modesto Rodas Alvarado lo hurgó un jovencito que quería hacerse notar, y los periodistas le preguntaron por qué no le contestaba, el león del liberalismo dijo con desdén: Yo no me dedico a la caza menor. Y los periodistas se encargaron con gozo a explicar que caza menor significa dispararle a zanates, zopilotes, pichetes, ratones, sapos y a cualquier sabandija. Su silencio fue más elocuente y su explicación hizo reír a medio mundo.

Usted ya está en las grandes ligas, no le haga caso a quien con sus groserías quiere que lo tomen en cuenta. Resígnelo a seguir siendo enano. Castíguelo dejándolo en monólogo. Eso le dolerá más y hará carcajearse a sus lectores. Con un cordial saludo”.

Muchas gracias. Por el envío del libro a la congresista estadounidense. Y por supuesto, por los valiosos consejos que, coinciden, con mis visiones personales
Fuente : Diario Tiempo 6 Marzo 2010

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