Por: Carlos Escamilla
Hecho verídico ocurrido en las orillas del río Aguán.
Marcos caminaba casi volando por el centro del camino. Quería regresar cuanto antes con la leña que le había encargado su madre, porque además de la tormenta que amenazaba el horizonte, los campesinos comentaba que al caer la noche sobre el margen del río Aguán, aparecía un extraño animal que según aseguraban los viejos del pueblo mientras se santiguaban: era el mismísimo diablo.
Así que llevaba un machete despalmado en la mano derecha y con la izquierda apretaba con fervor un escapulario heredado de su abuela y, al mismo tiempo silbaba una vieja ranchera de Vicente Fernández, para darse más ánimo.
Caminaba rápido, pero cabizbajo. De manera que las alas del sombrero no le permitían ver por completo el entorno del paisaje. Pero de pronto, a la vuelta del camino vio algo que avanzaba con dificultad entre las sombra de los arboles. Por un momento pensó que se trataba de un burro o algo parecido. Pero no, aquello era algo distinto.
De inmediato, quedo paralizado, porque definitivamente esa figura fuera lo que fuera venía caminado con absoluta determinación hacía él. A pesar de la semioscuridad, Marcos pudo ver que la figura era alta, musculosa, no tenia brazos, se notaba una mancha oscura como de sangre en el pecho y lo que más lo aterrorizo, fue comprobar que arriba de todo resaltaban un par de cachos espeluznantes que casi venían sacándole chispas al cielo.
-¡Dios mío el diablo!- Grito con todas las fuerzas que le permitieron sus pulmones. Pero de su boca no salió ni una sola palabra; era como si una mano invisible le apretara el gañote cortándole de golpe el aliento. Intentó correr, pero sus pies eran ahora de plomo o de cemento. Así que subyugado por una fuerza sobrenatural hasta ahora desconocida, se quedó prácticamente congelado en el centro del camino, mientras tanto el demonio se acercaba decidido.
Repentinamente sin saber cómo, empezó a balbucear 10 aves maría y 14 padres nuestros aprendidos en las misas del domingo, y por un instante se sintió protegido. Sin embargo, un escalofrió inesperado empezó a subir como una culebra temblorosa por el dedo pequeño del pie derecho, luego pasó de la pantorrilla a la rodilla, después ascendió por la espina dorsal, y a pesar del esfuerzo por controlarlo, se le regó por todo el cuerpo incluso hasta en la nariz y en las orejas, a tal grado que debido al movimiento incontrolable de sus brazos, el machete y el escapulario resbalaron de sus manos.
Se sintió indefenso…
“Padre nuestro que estás en los cielos”… repetía una y otra vez, “Padre nuestro que,”… pero el diablo se acercaba mas y mas. Estaba cerca, muy cerca. Casi podía escuchar su respiración agitada y al mismo podía percibir el desagradable vaho de la sangre coagulada que de inmediato le produjo unas terribles ganas de vomitar.
“Padre nuestro que estás en los cielos” repetía y repetía “padre nuestro que,…” Pero todo era en vano. De manera que estaba seguro que de un momento a otro iba a enloquecer de miedo, o que su corazón se iba a detener como un reloj golpeado por un martillo y entretanto el cornudo ya estaba a menos de dos pasos.
–“Dios mío- repetía -Dios mío…-
La lucha era intensa, y justamente cuando la figura se paró frente a él; se dio cuenta que el supuesto diablo, no era más que su vecino Rafael, quien se había robado una vaca. Le había cortado la cabeza y se la había puesto sobre la nuca para cargarla mejor, razón por la cual llevaba el pecho bañado de sangre y por la que no se le miraba los brazos. Y lógico, al llevar la cabeza de la vaca prácticamente sobre la suya, lo que más sobresalían hacía arriba eran los dos cuernos puntiagudos.
Rafael lo vio inmóvil, pálido y tembloroso. Se detuvo un momento junto a él, agarró su pesada carga por los cuernos, la levantó lo suficiente como para verle mejor la cara y con la voz entrecortada por el cansancio le gritó.
-No jodas, ¿Y qué putas haces allí parado? Apúrate que si no, no vas alcanzar carne-.
Y siguió su camino.
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sábado, 20 de julio de 2013
miércoles, 10 de julio de 2013
PN en apuros
Ña Toribia ha reclamado con ironía porque yo me he asuntado de su negocio, “poco te asomas ahora, comejamo, de seguro ya no te hacen falta mis pastelitos”. La abracé y le di sus palmaditas, con eso pareció contentarse. Al fondo el bulevar La Esperanza, de aquellos que corren porque tienen la esperanza de adelgazar.
—Este es un macaneo, Mario—me explica palmoteando una tortilla entre sus manos—, ya no atino qué bandera sacar cuando vienen los políticos, se han empezado a revolver. A veces saco la azul, pero luego se acerca un chele entonces corro a esconder la azul y a sacar la roja, vieras el relajo.
—¿Hasta se tropieza ña Tori?
—Sí, me vieras en esos cuadros. Te quiero contar la última, fíjate que hoy a las 2 PM me llamó el propio Ramos Soto, ¿lo puedes creer?, nunca me había llamado un líder cachureco, peor de la capital, de los meros-meros, ¡pero ni en sueños! Pues te cuento, yo asombrada, estaba preparando mi masa para los pastelitos, achiote, cominos, pizcas de sal y cubitos, cuando él me ratifica, “si, Toribia, tu amigo Ramos Soto”. Amigo me dijo fíjate, comejamo, hasta ese momento no sabía de su amistad, “y a qué debo el honor, señor diputado”, le dije. “¿Cómo es eso que vas a un cargo público por ese partido Alianza de Romeo?”, me preguntó a manera de reclamo.
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—Este es un macaneo, Mario—me explica palmoteando una tortilla entre sus manos—, ya no atino qué bandera sacar cuando vienen los políticos, se han empezado a revolver. A veces saco la azul, pero luego se acerca un chele entonces corro a esconder la azul y a sacar la roja, vieras el relajo.
—¿Hasta se tropieza ña Tori?
—Sí, me vieras en esos cuadros. Te quiero contar la última, fíjate que hoy a las 2 PM me llamó el propio Ramos Soto, ¿lo puedes creer?, nunca me había llamado un líder cachureco, peor de la capital, de los meros-meros, ¡pero ni en sueños! Pues te cuento, yo asombrada, estaba preparando mi masa para los pastelitos, achiote, cominos, pizcas de sal y cubitos, cuando él me ratifica, “si, Toribia, tu amigo Ramos Soto”. Amigo me dijo fíjate, comejamo, hasta ese momento no sabía de su amistad, “y a qué debo el honor, señor diputado”, le dije. “¿Cómo es eso que vas a un cargo público por ese partido Alianza de Romeo?”, me preguntó a manera de reclamo.
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