martes, 12 de julio de 2011

Un merecido reconocimiento al historiador Antonio Canelas Díaz

Por: Juan Fernando Ávila P.
El Congreso Nacional de la República, dentro de su programa de sesiones itinerantes, y en el marco de celebraciones de la Feria Isidra y el Gran Carnaval Nacional e Internacional de la Amistad, escogió la ciudad de La Ceiba, para testimoniar un meritorio reconocimiento a uno de los pocos historiadores de la nación originario de ese bello puerto, licenciado Antonio Canelas Díaz, quien ha dedicado parte fundamental de su vida a la investigación científica, a la colección de fichas bibliográficas, de datos documentales y fechas antológicas, con el fin de articular con sentido profesional y genérico, la verdadera y sugerente historia de la ciudad más atractiva de todo el Caribe hondureño.
Referencias proporcionadas por un grupo de amigos que en términos de fraternidad se atrincheran en torno a TOÑO, (como le llaman en el trato afectivo y coloquial), señalan que el otorgamiento de una placa de reconocimiento y subsidiariamente una pensión vitalicia para el historiador, se ha producido a iniciativa del diputado nacionalista Rodolfo Irías Navas, en colaboración de los restantes diputados de Atlántida, quien después de veintiún años continuos como parlamentario, tuvo el alumbramiento lúcido de tributar un homenaje significativo a quien ha venido luchando en la abnegación, la adversidad y el sacrificio, por dar a los ceibeños y hondureños en general, una visión exacta de su ciudad, la cual ha quedado como testimonio de inmortalidad de una construida en un período cuando apenas llegada la VACARO, BROTHER COMPANY, los poquiteros iniciaban la lucha por su sobrevivencia, los deportados de San Vicente comenzaban la construcción de sus champas bajo la sombra colosal de un árbol de ceiba, y una legión de olanchanos furtivos abandonaban la fertilidad de su departamento para fijar su residencia frente a la brisa fresca y la canción eterna despedida por el mar Atlántico.
A ANTONIO CANELAS DIAZ le tocó nacer en una época de agitado proceso de transición imperial, cuando la Trujillo Minning Co., abandonaba las tierras promisorias del Aguán y la Standard Fruit Co., le relevaba, rescatando y vertebrando las nuevas vías del ferrocarril que dejaban las aldeas aisladas y otras en total abandono, por las negociaciones lesivas y concesiones ventajosas que nuestros malos gobernantes otorgaban a las transnacionales, cuando el imperio del banano trataba de delinear el destino de estas naciones desvalorizadas, menesterosas y desprovistas de moralidad, como hoy lo continúan haciendo los organismos internacionales con los “gobernantes modernos” exigiéndoles comportamiento y obediencias fiscales, y vulnerando todo el estamento jurídico en aras de reincorporarnos a un organismo multinacional para apretarnos más la soga del endeudamiento.
En el marco de esas agudas contradicciones de dominación y dependencia, de instalación y fugas del enclave bananero, fue creciendo intelectualmente ANTONIO CANELAS DIAZ, y estudiando, cómo en el pasado, en un instinto mercantil, llegaron las migraciones italianas, españolas, palestinas, francesas y judías, a invertir en su imaginación y a construir lo que hoy día es una ciudad matizada de providenciales encantos y sugerentes convocatorias para la promoción del ecoturismo en todas sus manifestaciones.
Quién con sentido nostálgico no rememora La Ceiba vital de la Casa Colorada, de Dip Hnos., de la Casa Blanca, del Gallo de Oro, de Fábrica y Manteca y Jabón Atlántida, S.A., de Cervecería Hondureña, S.A. de La Naco, de Café Probat y tantas industrias emblemáticas que dieron vida a la actividad y trascendieron como fuentes de productividad frente a otros municipios circundantes que eternamente se vieron desprovistos de estímulos financieros e indispuestos a transformar la economía como sustento de progreso nacional.
ANTONIO CANELES DIAZ, fue de los pocos, o quizá el único que, con visión totalizante, pudo captar todo el desarrollo que progresivamente fue adquiriendo la ciudad y su departamento, y después de concluir sus estudios en la Universidad de Puerto Rico, que fueron tributarios de una cultura histórica que escasamente pueda tener otro ceibeño, se inclinó reverente a la conformación de libros, donde quedan registrados quienes fueron los precursores activos en la conformación de sus principales instituciones.
Para conocimiento e ilustración de numerosos segmentos de hondureños que se nuclean en las llamadas cofradías intelectuales y desconocen la obra fundamental de un hombre de estudios, igual que los mismos diputados presentes en el reconocimiento y que sólo guardan vivencias transitorias del puerto, e ignoran La Ceiba vista desde la perspectiva formal con que la vio un hombre ilustrado, me permito citar cuatro de sus libros principales, amén de otros estudios privados los que por su naturaleza no han gozado del disfrute del lector.
1. LA CEIBA. SUS RAICES Y SU HISTORIA (1810-1940), Tip. Renacimiento. La Ceiba, Atlántida. 1999.
2. EL ESTRANGULAMIENTO ECONOMICO DE LA CEIBA (1930-1965). Editorial Procultura. 2001. La Ceiba, Atlántida.
3. 100 AÑOS DEL DEPARTAMENTO DE ATLANTIDA. SERNA. Tegucigalpa, Honduras.
4.10 AÑOS DE LA PARROQUIA SAN ISIDRO (1905-1965), Sep. 2003. Era. Edición. Tip. Renacimiento. La Ceiba, Atlántida.
Ojalá que el Congreso Nacional ante el raquítico y vergonzante valor económico que representa el Premio Nacional de Literatura, y la evidente subestimación que en su escogencia tienen con los escritores radicados en los pueblos como Comayagua, Danlí, Santa Rosa de Copán, Olanchito, asignen anualmente dos pensiones vitalicias a los que radican fuera de la sombría y convulsa Tegucigalpa y que por años han vivido escribiendo la historia de sus pueblos, sin más esperanzas que llegar a ser reconocidos, cuando se agotan en la miseria y en la vejez.
EN HORABUENA POR ANTONIO CANELAS DÍAZ.
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