martes, 31 de mayo de 2011

La imprescindible OEA

Por : Wilfredo Mayorga Alonzo Y pensar que hemos sobrevivido dos años sin ella. Para todos, la suspensión conque la Organización de Estados Americanos castigó a Honduras, fueron obra y maquinaciones del titiritero Hugo Chávez Frías y sus compinches de la Alternativa Bolivariana de las Américas (ALBA) en su loco afán de expandir el Socialismo del Siglo XXI.
Comenzó por coludirse con el indeciso secretario general del organismo hemisférico, ordenando a sus acólitos de Unasur que desconocieran al nuevo gobierno hondureño mientras este no se plegara a sus caprichos de neoemperador del petróleo continental, que está dispuesto a sufragar cualquier intento de ahogamiento de la democracia pero, en cambio, se somete a la voluntad de las añejas tiranías del Oriente Medio, masacradoras de pueblos y enemigas de la libertad.
Todo fue que halara los hilos de su mágico poder petrolífero y encendiera la lámpara maravillosa de un encuentro, para deslumbrar al actual presidente de los hondureños y ¡Zas! el deseo de volver a la OEA se hará realidad en el tiempo y las condiciones impuestos por los ardides del venezolano. La verdad, hay que reconocer la astucia y el maquiavelismo de Chávez. Lo demostró cuando quiso imponer la celebración de una “cuarta urna” con votos que llegaron en avionetas a la Fuerza Aérea Hondureña unos días antes del 28 de junio de 2009; cuando amenazó con invadir a Honduras por la defenestración de su protegido, y cuando planificó y sufragó los sucesos en la embajada brasileña en Tegucigalpa, amén de la estancia turística en playas dominicanas.
Los vínculos abiertos de Chávez con el terrorismo internacional y sus padrinos de Libia e Irán, no han pasado inadvertidos por los gobiernos de la OTAN. Los proyectos de Petróleos de Venezuela para extender sus tentáculos a toda la América Latina, están en la mira directa, y no se escaparán aquellos que pretendan plegarse en adelante a las alucinaciones de PDVSA.
El presumible éxito alcanzado en el Acuerdo de Cartagena, ha revivido el eterno sueño chavista por llegar hasta La Mosquitia, según parece, porque ya conquistó otra vez las frágiles instituciones de Tegucigalpa. Ahora se atreve a pregonar que “todos los zelayistas que tienen cuentas pendientes con la justicia, serán exonerados, no serán capturados ni enjuiciados”. ¿Con qué derecho? Solo que tratando de emular a quienes rebasan los límites del Poder Ejecutivo para enterrar las culpas del compadre ausente, después que fue despedido en el aeropuerto, el mismo día −que con la banda presidencial en sus hombros− había jurado “cumplir y hacer cumplir la Constitución y demás leyes”.

El retorno polémico de Zelaya Rosales y la reincorporación de Honduras a la OEA, es celebrado por sus simpatizantes, pero también por aquellos amigos del desorden, ponebombas, quemallantas y pintores de grafitis. Para los hondureños amantes de la paz y el trabajo, solo son manifestaciones efímeras que nada tienen que ver con la innata pasión por la democracia, justicia y libertad, de la mayoría del pueblo hondureño.
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