viernes, 11 de marzo de 2011

Muralismo en San Pedro Sula por : Mario Berrios

Sorprendido, me estacioné abajo del puente del bulevar circunvalación, cerca del parque Benito Juárez, ruta hacia el hospital Mario Catarino Rivas. Allí estaba un grupo de jóvenes pintando un mural. No me sorprendió —al preguntar— que los impulsores de ese proyecto fueran dos connotados pintores nacionales, Pito Pérez y Antonio Vinciguerra, ambos ya con buen kilometraje, tanto dentro del país como en EUA y Europa.

Los jóvenes resultaron ser estudiantes de la universidad privada de San Pedro Sula, como parte de un proyecto inicial con el cual esperan embellecer muchos sectores de nuestra localidad.

Ya el ciudadano común, los transeúntes, autoridades y turistas nacionales y extranjeros podrán apreciar, tal como en otras latitudes, algo más que simples notas criminales en los medios, pobreza, autoridades indiferentes, colinas de basura, cráteres, pordioseros en las esquinas y sexo servidores en las avenidas principales. Por extasiarse con esos hermosos murales nadie les cobrará impuesto de guerra (ni el municipal ni el de los mareros). Tendrán la oportunidad de conocer nuestra historia, idiosincrasia, costumbres, ideas, emociones y aflicciones, a través de los mensajes proyectados mediante la pintura, imaginada en enormes murales.

¿Qué entender por muralismo? Desde su aparecimiento, siglos antes, tienen un fin educativo, una especie de vitrina donde se expone —en lugares públicos— la situación social y política, al menos así ha sido en México. En su contexto pueden plantearse situaciones de tradiciones populares, personajes de un lugar, mensajes y sueños de un pueblo. Pueden pintarse sobre casas, edificios, puentes, oficinas gubernamentales, templos y fachadas antiguas. Desde la pintura rupestre hasta el muralismo moderno, pasando por los retratos y paisajes privados de la aristocracia, hasta el muralismo, de carácter público, se concibe la intención implícita de proyectar el futuro democrático, de libertades, de los sueños.

El muralismo, expresión antigua del hombre, busca interactuar plasmando pasajes históricos, describiendo fábulas, resucitando hechos y fantasías para debatir y confrontar las ideas y los sentidos, jugando con elementos plásticos, creando un contexto estático, pero expresivo. Históricamente los muralistas latinoamericanos llevaron a cabo diversos retos como una forma de ganarse la vida y, simultáneamente, aportar talento a sus connacionales. Pero hoy, convencido del sentimiento y pasión de ambos exponentes de la plástica nacional, Pito Pérez y Antonio Vinciguerra, nada les costará a los contribuyentes y nada tendrá que erogar la municipalidad para hacer posible ese aporte gratuito de los referidos artistas.

Un auge de la pintura muralista podría contagiar a los ciudadanos para que incursionen en otras formas de expresión artística. Ojalá algunas instituciones, privadas y públicas, puedan iniciar una campaña orientada a estimular el embellecimiento de la ciudad, de ser posible considerando aspectos como la siembra de árboles frutales en masa o acciones orientadas a la conservación del Merendón y sus fuentes de agua, antes de que los sistemas de abastecimiento de agua colapsen.
Inculcar y rescatar valores nacionales ayuda a mejorar la conciencia de nación, de libertad, de democracia, de compromiso para asumir nuevos retos, de unión como sociedad. Estructurando tonos y figuras magníficas, abundantemente decoradas, sobre la fachada del puente se ondulan diversas imágenes, que mantienen su volumetría a medida se avanza en la ruta, hasta perder ángulo visual. Colores nacionales, iconografía y superposiciones pueden observarse en detalle, sin nada que envidar —en unos pocos meses, si se les apoya— a otras ciudades como México, Buenos Aires, Asunción, Montevideo, Lima, Bogotá o Santiago.

Conociendo a Pito Pérez y a Antonio Vinciguerra, asumo que nada ganan con llevar a cabo sus pretensiones de adornar a San Pedro Sula, excepto el placer de colaborar con su natal, y aunque no signifique negocio, gente de la corporación municipal debería sumarse a esa iniciativa, siempre que, ¡ojo, distinguidos pintores y ciudadanos!, no salga gente —como en efecto suele ocurrir— echándose el agua y las flores y de paso cobre su buena tajada a costa del trabajo honesto y sincero de estos virtuosos y de los universitarios. ¡Vuelen ojo, artistas!, que mientras habitantes nos unimos sin fines de lucro, y en su caso para hacer resurgir la pintura mural, no faltará quien se valga de esa situación, es que nos conocemos tan bien que no ha de faltar un pelo.

Y con la evidente campaña política, arreciando (y arrasando con las finanzas públicas) desde hace un mes, ojalá a los candidatos no se les ocurra pegar afiches en esos lindos murales.
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