jueves, 24 de junio de 2010

La prima “Nena” de Olanchito (Juan Ramon Martinez)

El sábado recién pasado falleció en Olanchito, nuestra prima mayor, Nena viuda de Meléndez. Por razones de viaje, no pude acompañar a quien le guardamos especial cariño y respeto, no sólo ser la decana de nuestra generación seguida de cerca por Nelmi Núñez de Posas, sino por el generoso acompañamiento que le diera a mis padres, hasta en el momento de sus muertes y por la actitud de mantenerme informado sobre su estado de salud especialmente.

Nena era la hija mayor de la tía Julia Bardales Rivera, la hija mayor de Victoriano Bardales, el padre de nuestra madre, doña Mencha Bardales de Martínez. Mientras vivieron – la tía Julia murió primero que doña Mencha – mantuvieron una estrecha relación, en que la ayuda mutua, era la condición básica de sus existencias. Madre soltera como se dice ahora, la tía Julia – a quien todos conocimos como “Mayula” en el interior del afecto familiar – era una excelente trabajadora, imaginativa en la creación de fuentes de ingreso y en la búsqueda de seguridad para sus hijos. Ella sola formó a nuestros primos y primas, haciendo del trabajo un culto diario y generoso a la vida. Todos son un ejemplo en esto.

Nena heredó los valores fundamentales de la tía Julia, su madre. Fue trabajadora como nadie, organizada e informada. Dotada de un fuerte sentido de servicio, siempre mantuvo la puerta abierta para el que la necesitara. Y en su mesa generosa, siempre había un plato listo para atender a quienes tenían dificultades para llevarse los alimentos a la boca. Jamás habló con nadie de estas cosas. Educada a la antigua, en la que la mano derecha no debe saber lo que hace la izquierda, jamás la escuché hablar de sus virtudes. Hacía las cosas y eso le bastaba.

En 1956, cuando ella estaba casada ya con el profesor Humberto Meléndez Posas que fue mi primer maestro en un primer grado que no terminé porque mi papá tuvo planes -- y nos llevó con él a conocer a su familia en Pedernales, Concordia, Olancho – de volver a su lugar original, viví en el seno de su cálida familia, el primer año de mis estudios secundarios en el Instituto Francisco J, Mejía de Olanchito. Durante ese año, Nena se prodigó en atenciones para nosotros, dándonos un trato muy parecido al que les dispensaba a sus hermanos y a sus hermanas. Allí empecé a sentir los pasos alocados de la juventud y recibí los primeros consejos que ordenaron mi vida. Pero fundamentalmente, aprendí con Nena los valores de la unidad familiar, el compromiso de ayudarnos los unos a los otros, sirviéndonos en función de nuestras capacidades y de acuerdo con las necesidades de los otros. Ese año, que ahora recapitulo, fue muy importante para nuestra vida. En el esfuerzo formativo, Nena hizo el papel de madre, mientras doña Mencha acompañaba a mi padre en el campo bananero de la Jigua, en las cercanías de Arenal, luchando juntos para garantizarnos una vida honorable.

No recuerdo que Nena le haya cobrado a mi papá por tenerme como pupilo en su casa. Sospecho que me trataba más como su hermano, que como un pupilo extraño que se acercaba a su mesa. Por eso es que, he dicho que ese año bajo el alero de su casa, tuvo un valor extraordinario en mi formación, de modo que sin su compañía de entonces, mi vida habría sido distinta. Convertido en adulto y residiendo en Tegucigalpa, cada vez que llegaba a Olanchito, la visita a su casa era obligada. O la conversación en la casa de mis padres – que para entonces estaban retirados y residían en Olanchito – en donde Nena daba información y proporcionaba juicios y opiniones, típicos de una mujer valiente, agresiva que no le tenía miedo a la existencia y sus dificultades. No siempre estábamos de acuerdo. Era exigente, exacta y en algunos momentos hasta regañona. Es posible que algunos de sus familiares no le hayan comprendido; pero nosotros podemos dar fe de su integridad, de su fuerza personal; y, fundamentalmente, de la fortaleza sin igual de los valores familiares que cultivo y defendió.

Ahora que ha partido, el postigo le toca a Jardel o a Enrique. La muerte ha coronado una vida legítima, de una mujer buena que hizo todo el bien posible sobre la tierra. Que descanse en paz, la prima más querida de nuestra generación.
Related Posts with Thumbnails