martes, 18 de mayo de 2010

Los límites de la sumisión

Por: Juan Ramón Martínez
MADRID.- Hay muchas cosas positivas en el rechazo que diez naciones del continente, encabezadas por México y Brasil, han hecho de la posible presencia del Presidente de Honduras en la cumbre de la Unión Europea con América Latina. Como se recordará, la Cancillería española cursó la invitación a Lobo Sosa; y éste, como corresponde, la aceptó, sin anticipar por supuesto el grado de intolerancia conque los nuevos “demócratas” del continente tratan a los “disidentes” no amigos. En primer lugar, queda muy claro que las fuerzas chavistas y los que por diversas razones le hacen el juego a este mandatario, no dejarán tranquila a Honduras, a su pueblo; y mucho menos, a su gobierno.
Seguirán descalificando a su gobernante, desconociendo el proceso electoral celebrado el 29 de noviembre recién pasado y, pasando por alto –contrario a lo que ocurre en Venezuela– que el Tribunal Supremo Electoral, es una entidad independiente en donde el Poder Ejecutivo tiene una injerencia mínima, centrada en la proporción de recursos. Y nada más.
En segundo lugar, Lula y Chávez quieren reinstalar a Zelaya en la dirección de la política hondureña. Si no pudieron cumplir con el capricho de restablecerlo en la titularidad del Ejecutivo, ahora lo quieren convertir en el soberano que determina, con su reconocimiento, la legitimidad del gobierno del Presidente Lobo Sosa, lo que no le aceptan los hondureños que lo votaron masivamente en las últimas elecciones que, entre otras virtudes, han sido reconocidas por todas las fuerzas políticas nacionales, incluido el propio partido del ex presidente Zelaya. Y no ha sido cuestionada por la comunidad internacional como sí ocurriera con las municipales de Nicaragua; pero como son efectuadas por el compinche Ortega, éstas no son cuestionadas por ninguno de los ángeles guardianes de la nueva democracia continental. Un tal Gonzales, en El País, ha dicho que sólo si regresa Zelaya a Honduras y reconoce a Lobo, este podría venir a la cumbre; y ser recibido con los honores que los miembros de la banda chavista le dan a sus miembros. Vea usted qué exigencias.
Pero posiblemente las enseñanzas más dolorosas tienen que ver con el error de haber menospreciado a Chávez, intoxicados por la vergonzosa derrota que le infringimos el 29 de noviembre. Y al reconocimiento que, a partir de allí, la caballerosidad se impondría, que los gobernantes de América Latina intoxicados de socialismo atrasado; y los intelectuales que les hacen la tarea de corifeos estipendiados, nos dejarían tranquilos, siguiendo nuestras costumbres montañesas, sin preocuparnos gran cosa por el futuro. En ambas cosas, nos hemos equivocado. Chávez sigue con sus cuadros intactos en el interior de Honduras. Zelaya clama por un tratamiento diferenciado para que se le perdonen todos los hechos criminales cometidos durante su régimen. Y la estrategia para destruir a los partidos políticos tradicionales y a otros que hacen el papel de sus sirvientes, como es el caso de UD y la Democracia Cristiana, sigue en proceso. Incluso, hasta llegar al uso de las armas, una vez que hayan organizado las fuerzas suficientes para tomarse algunos cuarteles; o paralizado sectores empresariales neurálgicos para el país.
Pero lo más importante de estas enseñanzas es que ha convencido a Lobo Sosa, sobre los límites de la sumisión como estrategia política. En la búsqueda de reconocimiento por parte de países que no tienen razón para darlo, porque ello entraña a una renuncia a los derechos soberanos de Honduras y el desconocimiento del orden de prioridades entre los derechos de los estados y el papel del derecho internacional, nuestro Presidente, ha extendido la mano incluso a los que nos han ofendido. Ha implorado en Nicaragua un reconocimiento que no necesitamos. Y para asegurar un reingreso a la OEA que hay que cuestionar, ha dicho que pasará por el encima del Poder Judicial, permitiendo la intervención externa en juicios que son materia de competencia exclusiva de las instancias jurisdiccionales hondureñas.
El resultado que esta sumisión ha producido en el campo exterior es, casi nulo. En consecuencia, debemos prepararnos para asumir una conducta de mayor dignidad a partir de ahora. No ir a Madrid, puede ser el principio. Pero tiene que ir acompañado de otras medidas en donde se imponga el coraje de los hondureños, la fortaleza de sus elites y la imaginación de sus cuadros intelectuales y gerenciales. Necesitamos tensar los músculos, producir más. Y concurrir a los mercados, a competir sin miedo. Ese es el camino. No hay otro.
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