sábado, 20 de junio de 2015

Biografia de Lisandro Quesada Bardales

Lisandro Quesada Bardales, Olanchito,Honduras
Por : Juan Fernando Avila Posas
Lo conocí en el vértice de una mañana resplandeciente en casa de don Antonio Gonzales Rosa, (mi padrino), en la ciudad Puerto de La Ceiba. Yo había llegado la noche anterior en un cansado tren de prolongados horarios, en compañía de mi madre, a disfrutar vacaciones, después de haber cursado el primer año escolar, y él, el día siguiente, a despedirse del dueño de la casa, que había sido su protector temporal, porque su ciclo estudiantil en el puerto del atlántico había terminado, y yo iniciaba junto a mi madre un recorrido que culminaría en Tegucigalpa en casa de la enfermera alemana Kristina Kiunemoan de Chirinos. Al subir las escalinatas Lisandro Quesada Bardales, me preguntó de dónde venía, y yo con la timidez propia de mi infancia provincial, le respondí que de Olanchito, y él al ver mi tez blanca y mis ojos verdes, sorprendido me preguntó de nuevo, quién era mi madre, respondiéndole que Susana Posas, y entonces diligente se apresuró a saludarla y preguntar por mi padre, el doctor Ávila Ruiz, amigo singular de su abuelo, el agricultor y ganadero Próspero Bardales Núñez.

Mi madre me contó que ya tenía referencias del recién llegado, que era un liberal íntegro, un poeta orgánico, autor del Canto a Honduras, y un bohemio incorregible de espíritu testimonial. Ese era en realidad Lisandro Quesada Bardales, nacido en Olanchito un 11 de marzo de 1933, hijo mayor del hogar formado por Ramón Quesada Fernández y de la señora Menalia Bardales Figueroa.

Lisandro Quesada Bardales, realizó estudios primarios en la memorable escuela de varones Modesto Chacón, en Olanchito, Yoro. Los secundarios los distribuyó entre el Instituto Manuel Bonilla de La Ceiba y el Instituto Francisco J. Mejía de Olancho, Yoro, los superiores en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, y los de abogado en la Corte Suprema de Justicia donde le extendieron su exequátur, para ejercer el notariado.

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Durante su vida estudiantil secundaria, dio vivas muestras de tener inclinaciones para el ejercicio del periodismo y la burilación sublime de versos testimoniales, y esas potencialidades que nutrían su interioridad cultural las demostró, al fundar el año de 1954 el quincenario EL ISTMO, convirtiéndose en director, y teniendo como redactores a Juan Ramón Fúnez H. (1935) a José Abel Melara (1934-1959) y a Carlos Urcina Ramos (1930-2010) como administrador, compañeros de generación del noble periodista.

Tiempo más tarde el año de 1959 fundó los quincenarios Voz Populi, Futuro y La Palabra, y finalmente junto a Juan Ramón Martínez (1941) ocuparon la coordinación del Semanario Patria, que de algún modo les abrió las puertas para ser considerados de las plumas más orgánicas de la intelectualidad regional, a incorporarlos a la plana de redacción del Semanario Patria, dirigido por el periodista Dionisio Romero Narváez (1915-1969).

Graduado como educador, ocupó una plaza como maestro auxiliar de la escuela Modesto Chacón, y paralelamente adquirió una porción de tierra en el sector de Quemado, para dedicarse a la ganadería y la agricultura.

Por ese tiempo se llegó a conocer el vigor de su creación literaria, manifestado en una serie de versos vanguardistas que parangonaron su lírica con los poemas revolucionarios burilados por Manuel Nover Zúñiga (1923-1950), autor de Cristos Anónimos, y Jacobo V. Cárcamo (1916-1959), con su poema engarzado de metáfora implacables antiimperialistas, sintetizadas en el Ejército yankee, que fueron fuentes inspiracionales para que Lisandro Quesada Bardales, escribiera su célebre e inmortal “Canto a Honduras” que identificó a todos los sectores progresistas de la nación, y trascendió los niveles mismos de una Centroamérica convulsa que soñaba con una necesaria e impostergable redención, cuya primera manifestación protestaría fue expresada popularmente por los trabajadores de las transnacionales bananeras con la huelga del 54, que paralizó el país por término de sesenta y nueve días. Ahí Lisandro Quesada Bardales, ratificó su condición de intelectual orgánico, de hondureño íntegro e insobornable, de creador vital y necesario, como lo había sido en sus años juveniles el renombrado escritor Ramón Amaya Amador (1915-1965) a quien admiraría y de quien sentiría influencias en su creación literaria.

Canto a Honduras fue indudablemente una versificación revolucionaria, un himno de protesta, cuyos versos expresan los estados emotivos de un patriota que rechaza los estadios de dominación que de manera cíclica y feudal han sumido a nuestro país en una dependencia caritativa y humillante, nulificando su condición de país libre, soberano e independiente, como lo consigna uno de sus símbolos nacionales. Quesada Bardales, se sintió incapaz de reprimir más su silencio, y ser cómplice de su humillación particular, y explotó en su voz un grito libertario que él volvió colectivamente a su vanguardia y la hondureñidad.

Cuando se trasladó a Tegucigalpa lo hizo con el fin de continuar su formación universitaria, y los deseos de incorporarse a la plana de redacción de un diario que tuviera identificaciones populares, y ningún otro medio mejor que Diario LA TRIBUNA, fundado por otro quijote de las letras hondureñas, de pluma eficaz y pensamiento liberal, librador de múltiples batallas a través de diario El Pueblo, como fue el abogado y periodista Óscar A. Flores Midence. En las páginas de Diario LA TRIBUNA, Quesada Bardales, encontró el asidero fundamental para galvanizar ideas dentro de las letras nacionales.

Durante su permanencia como columnista de diario LA TRIBUNA, desarrolló el caudal de sus más caras inquietudes, contribuyendo con su pensamiento en la página de opinión, a clarificar conceptos y dar orientaciones a una sociedad eternamente envuelta en problemas seculares.

Al llegar el poder político de la nación el Partido Liberal, organización de derecho público que abrazó muy joven y de la cual fue militante, activista, dirigente y líder presidencial, se incorporó en tareas dentro de Congreso Nacional, como oficial mayor, cargo del cual renunció por incompatibilidad en ideas, al ver la administración liberal estigmatizada por una bicefalía direccional conformada por Roberto Suazo Córdova y Gustavo Adolfo Álvarez Martínez, quienes sometieron a una severa y sanguinaria crisis a la nación, aplicando métodos represivos inspirados en la política de Seguridad Nacional, a quienes disentían de sus ideas, donde desaparecieron del escenario nacional más de 182 compatriotas, cuyos cadáveres quedaron nutriendo la sabia de las tierras hondureñas, y por cuyos desapariciones aún no existe una respuesta racional que informe sobre su misterioso destino, y los autores siguen gozando de la más absoluta impunidad.

Tiempo después en el gobierno presidido por el ingeniero José Azcona Hoyo, el abogado Quesada Bardales,  pasó a convertirse en secretario de Prensa e Información del gobierno liberal, y también lo hizo como secretario de Cultura y Turismo, ocupando alternamente la gerencia del CETTNA, entidad donde se publica La Gaceta, órgano oficial del gobierno de Honduras.

El año 2002, el abogado Lisandro Quezada Bardales, ocupó la presidencia del Tribunal Nacional Electoral, y fue infortunadamente y por su condición de principal autoridad, que se vio obligado a entregar su credencial como candidato presidencial por el Partido Nacional al bachiller Ricardo Maduro Joest, de discutible nacionalidad extranjera.

Al concluir el período como presidente del Tribunal Superior Electoral, tuvo la fortuna de ser fundador y diputado por Honduras, en representación del Partido Liberal de Honduras del Parlamento Centroamericano, donde dejó demostrada sus ponencias razonadas y juiciosas que mucho contribuyeron al proceso de integración que viven implementando los países del área y del cual Honduras, es activo miembro dentro del concierto regional Centroamericano.

Lisandro Quesada Bardales, fue un liberal orgánico, un escritor por vocación y un poeta de infinitos recursos, que puso su creación al servicio de la humanidad, sus compañeros de generación, siempre lo admiraron y admitieron que fue el más talentoso de esa promoción de Olanchitos, donde se inscribieron Roger Orellana Irías (su mejor amigo), Juan Ramón Cálix, Juan Ramón Fúnez, Ibrahim Puerto Posas, Cecilio Dueñas Quesada, Carlos Urcina Ramos, José Abel Melara Vega, Candiano Lozano Caballero, Armando Romero Narváez, Reynaldo Narváez Rosales y Edgardo Romero Narváez, y tantos otros que conformaron e impulsaron al desarrollo del periodismo y la cultura dentro de la comunidad.

Quizá el entusiasmo por el periodismo fue motivado por la profusión de quincenarios y semanario tabloides que se editaban en Olanchito, la década de los cuarenta y cincuenta, circulando El Mensajero Escolar, dirigido por Max Sorto Batres, Renovación por Ranulfo Rosales Urbina, La Razón por Dionisio Romero Narváez, El Hondureño de Virgilio Collar, El Fraile por Virgilio Núñez, La Voz de Olanchito de Mario Soto Ramírez, Alerta de Ramón Amaya Amador, Liberación del profesor Ramón Durán Hernández, Futuro de Alejandro Lobo Cálix, Avante de Octavio Benett, Patria de Dionisio Romero Narváez, sin cubrir espacio para que Lisandro Quesada Bardales, fundara y dirigiera El Istmo, con el que se inició en los campos libertarios del periodismo local.

La palabra de Lisandro Quesada Bardales, siempre llevó inmersa el timbre de la jocosidad y el buen humor, refiriendo que muchas veces hablaba y escribía de esa forma, para que los cabeza dura asimilaran con facilidad algunos conceptos, que otros por su incapacidad de captación volvían difusos e inentendibles. Frescas están todavía las palabras en la que capituló su discurso al dar posesión de su cargo como alcalde de Olanchito, a Roger Orellana Irías, quien llegó a escalar es posición transgrediendo la ley electoral, que exigía la edad de dieciocho años para ser alcalde, y se tuvo que hacer una adulteración porque el triunfador cumplía los diecisiete.  Lisandro Quesada Bardales, capituló su discurso en nombre del Partido Liberal, diciendo: Aquí les entrego este varón en pañales y biberón, para que conduzca al pueblo por senderos de reivindicación popular.

Nuestro biografiado abrazó ideales que se volvieron una constante invulnerable en su vida, fue un apasionado fiel del Partido Liberal.

El Partido Liberal fue parte esencial de sus sueños, y llegó a querer a sus amigos con invariable sentido de solidaridad humana, y a su patria la amó con devoción inigualable. Lisandro Quesada Bardales, fue apasionado por ver al hondureño liberado, alcanzando los más altos grados de dignificación, adoró a su familia con inocultable devoción, convirtiéndose en protector de todas las iniciativas que se propusieron, fue un hombre valiente, honrado, un hondureño íntegro, pero sobre todo fue mi amigo en la fraternidad de nuestros ideales compartidos.

Antes de morir Quesada Bardales, contribuyó al enriquecimiento de la bibliografía nacional, con dos obras fundamentales, la primera titulada Ideología Liberal, un ensayo ideológico que es un tributo a su partido, y el segundo y último libro, El Fraude (ensayo político-jurídico), donde describe con palos y señales todas las galimatías jurídicas que esgrimieron los que en Honduras, tienen el vicio de torcer la historia, para hacer posible la legalización de la candidatura presidencial de Ricardo Maduro Joest, sabiendo a todas luces que no era, no es, ni será hondureño por nacimiento, por naturalización ni por Jus Sanguini, tan sustentado para justificar un hecho que no dejó una experiencia saludable a la sociedad hondureña, porque por segunda vez se llevó a un extranjero a ocupar el principal destino político de nuestra nación.

Nos queda el recuerdo del afecto sincero de Chando, y sé que murió con la pesadumbre de dejar su partido desbaratado en su sagrada sangre, consumido en volcánicos harapos, como una vez viera a su patria Chile, el inmortal poeta PABLO NERUDA.

Descanse en paz, nuestro amigo, paisano e ícono cultural de la juventud de nuestro pueblo Lisandro Quesada Bardales. Así sea.

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