lunes, 9 de marzo de 2015

Francisco Macoto Cruz, descubrió la Ciudad Blanca en 1969

Aunque ya varios murieron, Francisco Macoto Cruz, de 87 años, es uno de los sobrevivientes de aquella expedición que en 1969 retornó de la selvática tierra misquita, después de haber encontrado la mítica Ciudad Blanca.
fue el jefe de aquel singular grupo de hondureños que junto a tres misquitos y el jefe de un grupo Pech o Payas se fueron selva adentro y trajeron las pruebas de la existencia de una ciudad, que para los nativos es la Ciudad Mono.

El entrevistado de Día 7 relató lo que vivieron durante 36 días entre gigantescos árboles, lianas, pantanos, monos, hormigas, guaras y serpientes. Se trata de otra civilización, que ahora la famosa revista National Geographic anuncia que podría ser la legendaria Ciudad Blanca, considerada la “joya de la corona” en Mesoamérica y buscada por arqueólogos y buscadores de tesoros.

“Don Chico”, como le llaman cariñosamente, trabajó por 32 años en el Instituto Geográfico Nacional, como técnico en cartografía, formado en Estados Unidos y Panamá, donde adquirió los conocimientos necesarios para haber recorrido el país, inclusive por aquellos rincones más recónditos, identificando los puntos geodésicos en cada rincón.

"Soy nativo de Ojojona, viene a este mundo un 8 de diciembre de 1928. Me hubiera gustado haber nacido el día de los Reyes Magos, pero mi mamá me dio a luz antes.

Técnico en cartografía, pero desde niño yo quería ser ingeniero y por mis circunstancias fue difícil estudiar eso. Trabajé de anotador de niveles, hice tantos trabajos en mi vida que ya ni me quiero acordar"


¿Es cierto que usted encabezó la expedición en busca de la Ciudad Perdida?
Si, pero le quiero contar que venia de El Salvador de trabajar en 1969, en la propia guerra, yo hablaba el misquito y les pasaba los informes a nuestros combatientes. Teníamos claves para que el enemigo no nos entendiera lo que hablábamos. En el Instituto Geográfico me dijeron usted va para La Mosquitia, lo nombramos jefe de una expedición cartográfico a la Ciudad Blanca. ¿Y qué iba a hacer yo?, preparar las fotos, llevar la posición, agarrar el estudio y manos arriba.

¿Tenían conocimiento previo de donde estaba esa Ciudad Blanca?
Esto nadie lo sabe, toda esa zona está cubierta de ruinas, no se sabía dónde está la propia Ciudad Blanca, pero entre Colón, Gracias a Dios y Olancho, hubo poblaciones que existieron hace miles de años. Eso allí está, nosotros lo constatamos.

¿Qué se hicieron los demás exploradores?
Hay dos vivos y los otros ya murieron. Nosotros salimos ilesos de la selva. Allí vivimos todo tipo de aventuras. Qué íbamos a ir en helicópteros… que va aser!, a pura brújula a 90 grados al Este dirigí el grupo. Tomamos la posición y fue tan exactito que salimos por donde entramos.

¿Cómo fue esa aventura?
Conseguí a un grupo de muchachos, un paya y tres misquitos. Un muchacho del grupo le pegó un leñazo a un barba amarilla que se me iba tirar. Ese muchacho me libró de esa mortal picadura. Esa selva es extensa y peligrosa.

Más de un mes anduvimos por esa selva. Encontramos serpientes: lucerito, barba amarilla, tamagás negro, la yema de huevo, que es poco conocida. Toda clase de monos vimos.

Hallamos una ciudad, se notaba que allí hubo alguna población y eso estaba lleno de culebras. Una piedra tenía tallada una serpiente, nosotros creímos que a esos indios los pudieron haber matado las serpientes porque usted se hubiera asustado si viera como habían. Hallamos una hormiga Sulí, negra, que viene tosiendo y no hay manera de evadirlas, hasta las serpientes se les apartan.

Encendimos una hoguera porque solo le temen al fuego. Cuando esas hormigas vienen por el camino, las serpientes huyen y ahí es donde lo pican a uno. Esa experiencia nunca la había tenido. Yo fui no porque era valiente, sino porque era mi obligación y qué iba a hacer si me mandaron a buscar la Ciudad Blanca.

Fue una bonita aventura, pero lloramos en la selva. Gracias a Dios íbamos con gente que no eran tontos. Esa expedición fue la más dura que hice en mi vida, pero fue maravillosa.

Poblados indígenas donde las mujeres andaban con los pechos al aire y tapadas con hojas sus partes. Los hombres andaban igual. A nosotros nos dejaban pasar tierra adentro porque éramos respetuosos. Nosotros hallamos la mera Ciudad Blanca y eso informamos a nuestro jefe porque ese era el sentido de la exploración. Yo traía todo apuntado y así lo informé. Creo que nosotros hallamos una parte.

¿Y qué había en la ciudad?
Piedras que tenían dibujadas serpientes, unas vasijas, una mesa con la serpiente dibujada, dos hombres hincados y un sol. Sillas de piedra y unas pirámides. Hicimos fotografías y en una grabadora relatamos lo que habíamos hallado. Todo eso se quedó en el Instituto Geográfico Nacional porque esa información era secreto de Estado.

¿Usted está seguro que es la Ciudad Blanca?
Los nativos le llaman la Cuidad Blanca, así como dice la leyenda. Puede ser que sea o que no, pero lo cierto que eso está lleno de poblados que algún día existieron. Todo eso se lo ha tragado la selva ahora.

¿Es cierto que un explorador se perdió y nunca salió de la selva, buscando la Ciudad Blanca?
Es que no es cualquiera el que entra y sale de la selva. Nosotros atravesamos la montaña, cruzamos ríos de agua cristalina donde las piedras solo relumbraban en el fondo; nos metimos por fangales y llegamos al punto donde había la ciudad. Los nativos nos contaron que unos gringos se perdieron y nunca volvieron a salir.

¿Qué comían?
Mono, jagüilla, danto, arroz cocido.

¿Qué llevaban en la mochila?
Comida y remedios buenos, uno para la picada de las serpientes porque era parte del riesgo. Llevábamos unos cuetes que había que lanzar, si nos perdíamos, cuando pasara un helicóptero o los aviones de la Fuerza Aérea. Y no va a creer, que los cuetes los terminamos botando porque se deshicieron.

¿Dónde dormían?
Llevamos hamacas de hilo y las colgamos en los árboles. Los cuatro del Instituto Geográfico Nacional íbamos preparados, pero los tres nativos de Morialí estaban acostumbrados a la selva. Arcadio Escobar, el jefe de los payas era peor que un mono para ir por la selva.

¿Cómo los dirigían?
Yo los dirigía a ellos con la brújula porque andaba la fotografía aérea que localiza esa gran ciudad, con eso, con las coordenadas y la brújula pudimos llegar. Esas fotografías nos sirvieron para localizar todo lo que hay en la tierra. Un norteamericano me enseñó a leer esa fotografía aérea. Ahora, por supuesto, hay instrumentos más inteligentes para hacer el trabajo. Roney Sward, del Instituto Cartográfico estuvo trabajando con nosotros.

¿Es mito o realidad la Ciudad Blanca?
Es una realidad, aquí le pusieron la Ciudad Blanca, la ciudad existió y nosotros dimos con ella e informamos al Estado. Yo me hallé un collar de piedras preciosas, las recogimos y me lo robaron. Encontramos un montón de cosas que atestiguan la existencia humana.

La leyenda dice que en la Ciudad Mono había niños chimpancé mitad humanos, mitad monos, ¿usted vio algo?
No, semejante cosa, no vi nade de eso. Eso es una leyenda. Eso sí, la gente de esas tribus andaban semidesnudos, los hombres y las señoritas.

¿Hallaron oro?
No, pero miramos una crecida de un rio que brillaba, pero no era oro. Ese rio lo pasamos saltando piedras. Eran espigas relumbrosas. Lo más abundante son unas piedras que tienen dibujos de serpientes.

¿Cuántas lenguas habla?
Pech y misquito. Yo tengo muchas vivencias que ahora les cuento a mis nietos, hablar con los indios no era fácil, pero estaban llenos de sabiduría, cosa que deberíamos conocer las generaciones.


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