miércoles, 13 de junio de 2012
Los buenos, solos y lapidados
Por : Mario Berríos
En una sociedad convulsa, donde a diario sectores pugnan y conspiran contra el Presidente, fácil es imputarle hechos o arrancarle pedazos de tela de su ropa, y por qué no decir, tajos de su cuerpo, a cuenta de restarle méritos —por deporte o a cambio de cuotas de poder— a su gestión. La seguridad ciudadana, como máxima expresión de los anhelos de la población, tiene como estandarte a una policía, donde existen muchos buenos, vilipendiados sin cesar (los malos, ya se sabe, merecen castigo). Justo es, en estos momentos, poner los ojos en los bienintencionados que los educadores y padres le han entregado a esa institución. Para esos responsables funcionarios de uniforme, prudentes, trabajadores de sol a sol, garantes, reflexivos acatadores de los mandatos y leyes vigentes, su rostro y espalda ha soportado cuanta basura han podido echarles.
Viéndolo bien, a un Comandante, como el actual, o al Ministro de Seguridad, nada les costara cerrar los portones, poner candado desde fuera e irse tranquilamente a sus hogares, donde los espera una familia, seguramente también denigrada. Para ellos la tarea es grande. A diversos sectores sociales y jefes de policía les corresponde delinear la estrategia de librar a la institución, para beneficio colectivo, de los malos funcionarios, los que utilizan el puesto y el uniforme para delinquir. Públicamente ha quedado evidenciado que la actual cúpula policial se esfuerza en cumplir muchas metas, incluyendo la depuración, sin embargo, a los toros de la corraleja quieren verlos destazados aquellos que jamás han librado una batalla como la de policías en las calles, donde se baten a diario.
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